Álvaro Uribe Vélez y el cuerpo momificado del padre Marianito, en Angostura Antioquia, fueron protagonistas el 4 de julio de 2008 de una escena pía, conmovedora, que reseñaron los medios de comunicación como si se tratara del natural encuentro del altísimo con uno de sus elegidos.
Esta anécdota, palabras más, palabras menos, ilustra la manipulación que con la religión hace buena parte de la clase política para darnos confianza y hacernos creer en la grandeza de su corazón. El presidente Duque invoca a la milagrosa Virgen de Chiquinquirá, (imagen que podemos, en el “set” de la senadora Paola Holguín, observar a su derecha), y la vicepresidenta Ramírez a la también milagrosa Virgen de Fátima.
Circula en las redes sociales, difundido por un grupo de católicos fervientes, de esos que van a misa y comulgan, y hoy se autoproclaman como gente de bien, un video que justifica el asesinato de Lucas Villa. A pesar del compromiso de amor al prójimo, celebran el asesinato de alguien al que suelen calificar como “un buen muerto”, que en estos días de protesta han sido muchos. Otros salen a cazar indios, el genocidio de América y la estrategia sistemática de degradar a los que lograron “salvarse”, se ha hecho en nombre de Dios. Etiquetan al arzobispo de Cali, monseñor Monsalve, como un pastor del mal, al padre de Roux de comunista, incluso al papa Francisco. A todos ellos por su búsqueda de la verdad y solidaridad con los más pobres, lo que en este país equivale a subversivo, o a Castro-Chavista, señalamientos con los cuales decidieron extorsionarnos a todos.
La distorsión del mensaje evangélico es de tal magnitud, que en Medellín es usual, antes de cometer un asesinato, acudir a la virgen de los sicarios, para que con su concurso la misión sea exitosa. Lo mismo hacía el generalísimo Francisco Franco ante el Santísimo Sacramento. Monseñor Ángel Builes exhortaba desde el púlpito a matar liberales y por si quedaba alguna duda, afirmaba autoritario (ex cátedra), que matarlos no era pecado.
El perdón y la conciliación no son propiamente su fuerte. La visita del expresidente Uribe, el día de su cumpleaños, a la cripta del beato, fue aprovechada por el ungido para pedir la reconciliación entre los colombianos y, sin embargo, ante la necesidad de un diálogo que busque conjurar las causas que generan la violencia y contribuir de manera patriótica a la construcción de la paz, se niega exasperado a sentarse a la misma mesa con Juan Manuel Santos, esto con el aplauso de sus discípulos, que lo vitorean a rabiar.
Los demás expresidentes, no es que estén dando buen ejemplo, mientras el país se desangra, ellos absortos abanicando su EGO se muestran incapaces de trabajar en la solución, dedicados como están a atizar el fuego.
Este artículo, que raya en homilía dominical, (a esta altura ya se han violado seis de los diez mandamientos de Moisés) es una exhortación a ser consecuentes con la prédica, no podemos seguir poniendo talanqueras a la paz mientras hacemos fila para comulgar, ello con el objeto de mantener los privilegios de una autista minoría a costa de que la inmensa mayoría permanezca sumida en la ignorancia, el hambre y la pobreza.
Aquello de la doble moral, especie de esquizofrenia colectiva, que además de ser un patológico problema de personalidad, arrasa con cualquier asomo de legitimidad, crea desconfianza, polariza, o si no, pregúntenle al azar a cualquiera de los manifestantes en la calle.
PD: Los pastores cristianos, en contubernio con los políticos que le venden el alma al diablo para hacerse (re) elegir, también hacen parte de este examen y por la misma razón.
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