Nos quieren arrebatar el derecho a la paz. Nos quieren obligar a tolerar más hijos e hijas tendidos en tierra con la boca llena de sangre y los sueños rotos “dizque” por defender la patria. Quieren que aguantemos más derrotas morales y éticas, para hacernos creer que la guerra es el único camino, y con ello lograr que nos resignemos a que la dirigente con vocación guerrerista y corrupta que maneja los hilos del poder en este país, sostengan sus lugares de privilegio.
Pero, una gran parte de las mujeres, es decir, un número significativo del 52% de la población colombiana, sabemos, sentimos y apostamos por la vida en paz. ¡Señores de la guerra!, no somos unas pocas, somos millones las mujeres de todos los colores, de todos los tamaños, de todos los sectores, queremos Paz, y por eso nos hemos organizado y movilizado en diferentes procesos, y lo seguiremos haciendo, para exigir que se gesten las condiciones necesarias para el cumplimiento de los acuerdos firmados en el año 2016. No nos vamos a ir para ningún lado, desde nuestros lugares cotidianos seguiremos en ¡pie de paz!
A lo largo y ancho del territorio colombiano, las mujeres estamos trabajando por la paz, no como discurso demagógico, sino como práctica, como forma de relación, como opción de creación.
Somos un tejido de organizaciones, cabildos, redes, grupos de estudio y trabajo, juntas de acción comunal, movimientos sindicales y feministas, organizaciones obreras y campesinas, colectivos de artistas, escuelas, universidades, y muchas otras juntas en las que nos unimos con jóvenes, niños, niñas, estudiantes, trabajadores, campesinos, indígenas, disidencias y diversidades sexuales. Puede que nuestros procesos de agenciamientos de paz no sean noticia permanente en los medios de comunicación que, cooptados por el mercado de la guerra, solo narran aquello que la reproduce, pero, nosotras sabemos que los despliegues de nuestras acciones y procesos movilizan y juntas allí donde más se requiere, en los territorios, en las subjetividades, en los sueños colectivos, en esas otras historias que vamos creando.
Desde la Guajira hasta las Amazonas, desde la Orinoquia hasta el Chocó, las mujeres estamos corazonando la paz y por más que insistan en arrebatarnos ese derecho, no vamos a renunciar a él. Las madres, las hermanas, las hijas, las tías, las amigas, las sobrinas, las abuelas, las compañeras, nosotras, las como dice Gioconda Belli, “las cuidadanas” no vamos a parir más hijos e hijas para la guerra. Ni a entregar nuestros cuerpos y vidas a una sociedad que adora la “violencia”.
Nuestras luchas, han sido, son y serán por vivir otra forma de existencia. Una en la que matarnos unos a otros, para llenarle los bolsillos a los privilegiados, no sea el camino.
En Colombia las mujeres somos lideresas sociales, culturales, políticas y ambientales, ya no estamos enmudecidas, ni solitarias. Hemos despertado generacionalmente y nos estamos juntando para disputarle el poder a los señores de la guerra. Nosotras, sí señores, las mujeres, las de falda y pantalón, las de casa, patio y computador, las trabajadoras informales, las campesinas y sabedoras indígenas; nosotras las que laboramos en una oficina o atendiendo un mostrador, esas, las que un día fuimos trofeo o musa de inspiración, desde hace tiempo estamos siendo historia, ciencia, memoria, poesía, canción y opción.
Así que no van a tener fácil esta lucha, porque la paz nos pertenece y ninguno de sus intereses guerreristas va a hacernos cambiar de parecer. Las mujeres queremos y hacemos paz, las mujeres asumimos un rol político en este momento histórico y desde nuestros cuerpos, desde nuestras casas, calles, parcelas, telares, ríos e historias vamos a seguir construyendo la paz que a muchos de ustedes con sus egos machistas, capitalistas, clasistas, racistas y coloniales les ha quedado grande, la paz que este pueblo merece, la paz que es producto de la conversa, del hacer solidario, del afecto, de la alegría y de la grandeza, de la que ustedes, señores de la guerra, no saben nada. No somos ingenuas, sabemos que esta transformación toma tiempo, implica renuncias, dolores, pérdidas, cambios y miedos, pero ninguno de estos nos asusta.
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