Es claro que el covid 19 ha puesto en jaque al mundo; la vida ha cambiado drásticamente y lo que antes era común hacer, hoy resulta extraordinario. Sobre su origen hay diversas hipótesis, algunos creen que se trata de una conspiración para ponerle freno al crecimiento de las económicas emergentes, otros que es una intervención para controlar el crecimiento poblacional eliminando a quienes se consideran inservibles, o que es una venganza de la naturaleza para hacer justicia por su cuenta.
Este enemigo invisible ha expuesto las crecientes desigualdades y las violencias en el mundo. Tal vez por ello han circulado por redes sociales y otros medios de comunicación, diversas ideas que rápidamente se vuelven comprensiones y discursos generalizados, y que buscan negar los aspectos más brutales, no de la pandemia, sino de nuestra manera de vivir como sociedades injustas y exploradoras.
Algunas de esas falacias tienen que ver, en primer lugar, con el asunto de que este virus nos ha igualado a todos y todas, que no distingue clase, género, edad, religión o contexto y que todos debemos poner el pecho para defender como sea nuestra nación y economía. Esto no es cierto, puede que el virus selectivamente no escoja a quiénes infectar, pero, el sistema económico y social que impera en el mundo, el capitalismo global, sí lo hace, distingue entre nosotros y nos clasifica entre ciudadanos de primera y cuarta categoría. Los primeros en morir por covid 19 son los más pobres, que no tienen un techo, o un empleo que para acceder a sistemas de salud adecuados, o sea, los refugiados que viven en grandes campos sin agua o servicios sanitarios, las y los migrantes latinos, asiáticos y africanos en países de Europa y en Estados Unidos, o las y los migrantes venezolanos, los indígenas y afrodescendientes en Latinoamérica y Caribe. La alerta emitida el 20 de mayo por La Organización Panamericana de la Salud, dice que, en la Amazonía hay más de 20.000 indígenas contagiados, lo cual para el tamaño de sus comunidades resulta un grave peligro de extinción; además, en esos territorios las presencias de los Estados son escasas, y el acceso de estas comunidades a los “beneficios” del supuesto “desarrollo” que genera la venta y destrucción de sus territorios, no les llega.
Otra falacia es que el principal objetivo de las medidas tomadas en la mayoría de los países está orientado a salvar las vidas de los ciudadanos. Esto no es cierto, porque dichas medidas en países como Colombia se orientan de garantizar primero los interés económicos de la banca y las multinacionales. Y si no, cómo se explica el incremento de los servicios públicos en estos momentos, o que los comerciantes y pequeñas empresas no puedan acceder rápidamente a los alivios y préstamos, mientras que los grandes bancos ya tienen todo garantizado.
Tampoco es cierto que los varones son los que más sufren con la pandemia del covid, hasta hora algunos estudios han identificado ciertas diferencias relacionadas con el género y asociadas a riesgos previos de ese grupo poblacional, pero aún no pueden confirmarse. En contraste, los datos disponibles a nivel mundial muestran que el covid ha expuesto e incrementado la pandemia de la violencia familiar y de género, especialmente, contra las mujeres y niñas, quienes con la medidas de confinamiento deben permanecer más tiempo con sus agresores, quedando más aisladas de las posibilidades de protección y denuncia.
ONU mujeres alerta sobre los incrementos de estas violencias y muestra como en Brasil las denuncias por violencia de género han aumentado un 50%, en México un 25%, y en Argentina un 39%; en Colombia durante los primeros 16 días de cuarentena ocurrieron 12 feminicidios. De acuerdo a la Territorial de Salud de Caldas, entre marzo y abril de este año se reportaron 126 casos sospechosos de violencia intrafamiliar contra mujeres, y la Secretaría de Salud de Manizales, informa que hasta el 30 de abril se presentaron 62 casos. Según estos dos organismos, las cifras han bajado en comparación con las del año pasado, pero, ojo, ONU Mujeres sostiene que si bien algunos reportes dicen que no han aumentado las denuncias de violencias de género, esto no significa que las violencias hayan parado por la pandemia, sino que, las víctimas tienen más miedo y limitaciones para denunciar.
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