Los seres humanos desde la preexistencia, estamos estrechamente relacionados con la salud; los jmédicos ginecólogos y pediatras, inician la atención en los estados prenatales y luego a lo largo de la vida, se van convirtiendo en tutores de nuestro devenir. Hombres y mujeres seleccionados con los más altos puntajes en las pruebas de Estado, se sumergen en un proceso de estudio de altísima intensidad y dedicación, desde conocer la minuciosa y delicada estructura anatómica y fisiológica del cuerpo humano, hasta concluir en los órganos o sistemas donde los procesos de especialización lo indican. Otros escogen áreas complementarias de la medicina, pero todas ellas relacionadas con el ser humano.
Los médicos en compañía de los colaboradores de la salud, se convierten en las personas más cercanas, siendo la enfermedad el vínculo entre el enfermo y el sanador, convirtiéndose esta aproximación en un ambiente de confianza y seguridad, en la cual el doliente con esperanza, ve en el galeno la imagen salvadora. Nace una relación reveladora del enfermo, hacia cualquier interrogante formulado por el tratante.
Para el médico el paciente no tiene raza, sexo, edad o estrato social; solo ve su condición patológica y el deseo en restablecerle su salud. Hay quejas o denuncias por falencias en la prestación de los servicios de salud, por problemas del sistema y en algunas ocasiones, miembros de la comunidad médica renuncian por momentos al juramento de Hipócrates, pero lo hacen de manera particular y no profesional.
La forma como el grupo encargado de velar por la salud ha enfrentado la pandemia que azota la humanidad, demuestra formación y compromiso. Los riesgos asumidos por éstos, ya causan numerosas víctimas, son la evidencia de la abnegación y el deber cumplido ante este reto que confunde a expertos y legos. No resulta lógico utilizar las actuales circunstancias, para ponernos al día con la deuda histórica que la sociedad y el Estado tienen con el personal de la salud. Los médicos que siempre están al frente de eventos donde ellos son determinantes para decidir acciones delimitando la vida o la muerte, merecen un reconocimiento y una posición especial dentro de la sociedad.
No es recompensar con dinero o condiciones laborales, pues estas terminan siendo transitorias; es el acatamiento de un espacio ganado en el tiempo y en la historia de la humanidad, donde de manera globalizada debemos identificar a una legión de seres humanos, investidos de la mayor responsabilidad. En estos momentos, médicos, enfermeras y paramédicos son referenciados como héroes; luchan incansablemente por terminar esta batalla, porque la guerra continúa; la guerra del día a día, la confrontación con el sistema y la legislación atípica en aspectos relacionados con la salud y el régimen laboral del personal prestador de estos servicios. Exaltemos al personal de los hospitales, clínicas, puestos de sanidad, centros de enfermería; ellos dignifican su trabajo manteniendo la salud y la vida de sus pacientes.
Algunos inadaptados están estigmatizando al personal médico en sus sitios de residencia, perversa actitud de desconsideración y mezquindad. Reflexionemos cómo la humanidad revierte los valores al fijar con fanatismo extremo, personajes de la farándula, figuras del deporte, políticos, líderes religiosos y monarcas; en cambio, desconocen y hacen pasar inadvertidos al colectivo que día y noche de manera silenciosa, lucha por la salubridad y el bienestar de todos sus congéneres. Cuando veamos a un médico frente a nosotros, con gratitud honremos su labor y la de sus colaboradores; aceptemos que son ellos quienes velan por el mantenimiento de nuestra vida.
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