Impresionante, no de otra forma se puede catalogar la recepción que le dio Bogotá al maravilloso papa Francisco a su llegada a la capital, y podemos decir que fue algo que nunca habíamos visto en Colombia, tanto por la multitud que lo acompañó durante todo el recorrido, desde el aeropuerto hasta su sede en la Nunciatura Apostólica -que viene siendo la Embajada del Vaticano en nuestro país- como por el entusiasmo y la humildad que irradiaba nuestro querido huésped, y que se reflejó en la muchedumbre de jóvenes y niños que no cesaron de corear el nombre del papa, con un sentimiento filial que arrancó lagrimones de todos los que presenciábamos esta demostración de fe.
Como anécdota ya muy añeja este despliegue religioso me hace recordar que por allá en el año 1946 se realizó en Cali el X Congreso Eucarístico Bolivariano con la asistencia, como delegado del papa, del cardenal Clemente Micara, italiano, quien también demostró un carácter afable y durante los tres días que duró el congreso supo echarse la gente al hombro, la que lo vitoreaba por donde quiera que fuera. Ya sé que estarán pensando que eso fue hace mucho tiempo, y tienen toda la razón, comenzando porque los medios de comunicación eran totalmente rudimentarios y la televisión no había llegado a Colombia. Fui testigo presencial de los numerosos fieles que se dieron cita en lo que se llamó el Templete en el barrio San Fernando, que en ese tiempo estaba situado en los extramuros de la ciudad y como, con una fe de carboneros, la noche de clausura se produjeron por miles las conversiones de los incrédulos, algunos hasta vecinos que siempre abundan en nuestra tierra.
Mi comentario viene a que, a pesar de la escasez de recursos técnicos y económicos ese acto fue todo un éxito, y como a veces pasaba en nuestra Manizales del alma, durante las ferias, ante la falta de alojamiento para los cientos de peregrinos que se hicieron presentes, con un inmenso espíritu cívico los caleños abrieron sus casas para recibirlos sin cobrarles un centavo por esta obra de caridad. Debemos tener en cuenta que Cali en esa época era un villorio de 120.000 habitantes.
Ahora estamos viendo, guardando las proporciones, la confluencia de millones de personas que saben que el pastor de nuestro tiempo es, sin duda, el papa más carismático que ha tenido la Iglesia Católica Romana en toda su existencia evangelizadora. Podemos decir, con el alma henchida, que Francisco es una persona fuera de serie, y que ha llegado en un momento vital para nuestra patria que, desafortunadamente, ha vivido durante gran parte de su vida republicana bajo el estigma de la violencia. Quiera Dios que la presencia de su vicario sirva para que cambiemos en algo nuestra mentalidad y podamos conocer y gozar lo que es una nación en paz.
La multitudinaria misa que se celebró el jueves en el atardecer, con la participación de 1,4 millones de fieles, también ha sido una demostración de amor al prójimo, que ratifica que a pesar de todo somos un país que todavía tenemos viva la esperanza y la alegría que tanto ha pedido nuestro pastor a los jóvenes y a los niños, que no se dejen arrebatar.
Toda esta serie de demostraciones de un pueblo adolorido ha encontrado en las sabias palabras de nuestro pastor el más firme apoyo para volver a encauzar nuestros destinos, y pensar que también el vicario de Dios en la Tierra dio claras instrucciones a la juventud para que ellos sirvan de mensajeros, para que los que ya llegamos a la edad madura cambiemos la mentalidad egoísta que nos domina, y volvamos a montarnos todos en la misma barca con pilotos con todo el arraigo de amor y de carisma que rodea a nuestro pastor Francisco.
P.D.: Cada vez que se hace un nombramiento, se dejan noventa y nueve descontentos y un lagarto.
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