Con base en los avances en neurología animal y vegetal incluso las taxonomías más abiertas pecan de conservadoras.
Estamos incorporando a muchos seres vivos que clasificamos en la categoría de inteligencias rígidas en la de inteligencias flexibles.
Hay que expandir nuestra definición de ser inteligente que solo reconocíamos en un cerebro que regula un sistema nervioso.
Pero los árboles, las palomas mensajeras, los bancos de peces o los arrecifes coralinos procesan la información.
Resuelven con astucia sus problemas y eso nos ha conducido a otras formas de concebir lo inteligente.
Y no es casual que esas formas ya no sean verticales (centralizadas), sino horizontales (en red).
“Imaginé una nueva ciencia ambiental que no se basase en el mundo que nosotros deseábamos tener en compañía de las plantas.
Sino en una visión del mundo de las plantas en que nosotros tuviésemos un lugar”, escribe la influyente bióloga Hope Jahren en La memoria secreta de las hojas.
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