Paciencia, serena paciencia es lo que necesito para fluir sin premuras, sin tensiones desgastantes y sin contiendas.
“Pazciencia”, o sea, ciencia de la paz interior que brinda sosiego e impide alterarse, descomponerse, explotar o desesperarse.
Paciencia que se escribe con la misma “p” de proceso, de paso a paso, de ir despacito, suave suavecito como el agua del río hacia la mar.
Amado Padre, tú me das la paciencia del pescador que arroja el anzuelo o la red y sabe que es cuestión de esperar y de hacerlo muchas veces.
Amado mío, me das la paciencia de la oruga que sabe que para tener alas de mariposa y volar tendrá que aguardar con fe y con calma.
En un mundo cada día más acelerado necesito comprender que el amor y todo lo valioso no llegan de una apretando un control remoto.
Yeshua amado, con razón amabas pescar y en tu sabiduría usabas la simbología preciosa del sembrador: Lucas 8, 4-15.
Hoy me comprometo a vivir sin acosos, a ser paciente conmigo mismo, con los demás y con los procesos que la vida me ofrece. Repetiré este decreto: “Contigo, Padre, cada día soy más paciente”.
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