Con la retirada de las tropas norteamericanas en Afganistán, fruto de un plan de repliegue que marca el punto de inflexión para el rápido avance talibán, también han salido de allí la OTAN y tropas internacionales estacionadas, que en el último recuento sumaban más de 43.000 militares de 40 países. ¿Será que la finalidad es dejar a Afganistán a su suerte después de 20 años de una segunda ocupación extranjera?, o es una estrategia para que tras la reconquista de los talibanes que, en tres meses retomaron el poder, de acentuarse un drama humanitario previsible, ¿vendrá la retoma militar?
Recordemos que EE.UU. había invadido Afganistán en 2001 para derrocar al Talibán, a quien acusaban de albergar a Osama bin Laden y a otros líderes de Al Qaeda, vinculados a los atentados del 11 de septiembre de 2001. Pero en 2020, quedaban sólo 4.000 soldados estadounidenses, contra un máximo alcanzado de 110 mil militares en 2011. La OTAN que había finalizado formalmente su misión de combate en 2014, mantuvo una presencia de 13.000 efectivos para asistir en la capacitación a las fuerzas afganas y apoyar sin éxito los operativos antiterroristas.
Históricamente, en 1994 el movimiento talibán surgió de la cruenta guerra civil que se desató tras la salida de las fuerzas de ocupación soviéticas. Muchos de sus milicianos habían luchado entre 1978 y 1992 contra dichas tropas, con apoyo encubierto de la CIA. Como punto de partida, a diferencia del grupo ultraconservador que acaba de proclamar el restablecimiento del Emirato Islámico en Afganistán, otra cosa es la contraparte del movimiento talibán afgano, existente en Pakistán.
Dentro de la Sharía o ley islámica están las ofensas conocidas como hadd, que así no todos los países islámicos la apliquen con la misma severidad, los talibanes en Afganistán ahora más moderados, solían castigarlas con multas o azotes y penas físicas más severas, como lo son la lapidación o las amputaciones de extremidades. Entre las ofensas que entran en la Sharía dentro del hadd, están las relaciones extramatrimoniales, la homosexualidad, el alcoholismo y el robo.
Y aunque entre 1996 y 2001, cuando los talibanes ejercieron el poder en Afganistán, el régimen trajo seguridad a los comerciantes, también con su ideología fundamentalista basada en el salafismo, conculcó los derechos humanos y en especial los de las mujeres, ya que esta vertiente radical del islam aplicó la versión más estricta de la ley que rige el código de conducta y la moral de los ciudadanos, e impuso la Sharía, base del derecho islámico cuyas reglas están fundamentadas en el Corán.
Aún más, la imposición más estricta de la ley Sharía, así obligue a los hombres al uso de barba y turbante, se da para las mujeres, quienes a los ojos de los talibanes históricamente no han tenido la menor importancia; de conformidad con lo que se había estilado, si a partir de los 10 años de edad, las niñas no podían ir a la escuela y debían usar el burka para cubrirse de la cabeza a los pies, también a las mujeres se les prohibía trabajar, el uso de cosméticos, salir al balcón, conducir automóvil y salir sin compañía masculina con parentesco.
Volviendo a la crisis afgana, aunque Pakistán que abrió su paso fronterizo, había anunciado que no estaba dispuesta a recibir más refugiados, al ver huir la gente con terror, debió modificar su decisión; similarmente El Talibán ahora autodenominado como «Emirato Islámico de Afganistán», para evitar que, por miedo a represalias o a su régimen, más afganos huyan del país, además de decretar una amnistía general y animar a las mujeres a participar, mientras hacen purgas buscando opositores, informan que no quiere que las mujeres sean víctimas.
Ahora que el movimiento talibán tiene nuevamente las riendas del poder, varios expertos afirman que los golpistas no han cambiado, razón por la cual prevén una reconquista justificada en el temas de derechos civiles y humanitarios, al observar de qué manera la comunidad internacional se ve confrontada con una nueva realidad, donde el riesgo de extender la prolongada crisis afgana de 43 años, se percibe cuando Gran Bretaña pide relaciones pragmáticas, y EE.UU. y otras naciones condicionan el reconocimiento del Emirato Islámico afgano, a los derechos humanos.
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