Siempre hablamos de la corrupción, como algo muy grande, que altera toda una población. Esa corrupción es real y tenemos que enfrentarla con valor y determinación. Pero tenemos otras clases de corrupción que pasan desapercibidas. Actos corruptos de gente sin escrúpulos. Corrupción que no por ser restringida a ámbitos familiares, deja de ser dañina y de aplastar a alguien.
Es la corrupción que no es noticia, la que daña impunemente a personas honestas, la que tiene tanto seguidor y tanto cómplice barato. Hablo de la corrupción en los clanes familiares. Una corrupción que no tiene límites, ni distingue estratos, apellidos, abolengos o importancia de sus actores. Se mantiene callada porque la gente cree que la “ropa sucia se lava en casa”. Como si esa actitud de complicidad no fuera tan corrupta como la corrupción pública.
Un ejemplo para ilustrarla. Actores: un expresidente de un gran banco en Colombia; un exfuncionario de alto rango de una importante empresa paisa; los hijos de los dos y buena parte de la familia que los acolita o calla.
Él, pensionado de la empresa de Medellín había sido un hombre decente. Enviudó hace muchos años, quedando con 4 hijos, por los que tenía que velar. Fue empleado ejemplar de la compañía. Tiene una bien ganada y jugosa pensión.
Hace 42 años volvió a casarse. Lo hizo con una joven trabajadora y honesta como él. Su matrimonio era bueno. Trabajaron duro y fueron haciendo una vida decente y limpia. Él, que había quedado con 2 casas de su primer matrimonio, invirtió juiciosamente sus salarios y se hizo a varias propiedades, que siendo de la sociedad conyugal nueva, ponía a nombre de sus hijos. La ingenua mujer le acolitaba todo. Tenían el compromiso con ella si él fallecía ella quedaría con el apartamento en que vivían y su pensión. Viceversa si moría ella, él quedaría con la pensión de la mujer.
Los hijos, muy poco funcionales, casi inútiles, dependientes totales de un padre que compensaba todo entregándoles dinero mensual.
En el 2014 a raíz de algún problema tuvieron el primer encuentro judicial, para dirimir lo económico, que en lo personal se entendían perfectamente. Él era un hombre feliz con su mujer. Fue envejeciendo, como es inexorable. Se enfermó, estuvo al borde de la muerte. Pero siempre salió adelante. En buena parte lo logró, por los cuidados que le dispensaba ella.
En el 2016 se formó un complot familiar para hacer trampas. A su nombre tenía solo un apartamento. Entonces sin que ella lo supiera, lo vendió. Solo que el comprador fue el expresidente del banco, su hermano, un “genio” para los negocios.
Lo cierto es que este hermano, vendió el apartamento a una de las hijas del hermano. En ninguno de los negocios se entregó dinero. Fue un fraude, una farsa, una trampa para cambiar la propiedad sin que alguien se opusiera. Ese “honorable” expresidente de banco” produce vergüenza en cualquier sociedad decente.
Estando de vacaciones, sin problemas de por medio, el esposo le informa que vendió el apartamento. Ella no se imaginó que maquinaban una obra teatral para dejarla sin nada.
Entonces, un día los hijos de su esposo van por él para sacarlo a dar una vuelta, como era costumbre. Solo que no regresó. Se quedó a vivir donde su hija. Los dos hermanos hicieron el proceso de divorcio, con una abogada sin hígados. El juez declaró el divorcio y ella quedó a la deriva. Su trabajo de 46 años en pareja quedó vuelto humo. Su “honorable esposo” lo había quemado ilegalmente para dejar protegidos a sus “mantenidos” hijos.
La justicia no puede ser eso. No es razonable que por una coartada de dos tramposos, acolitados por una gran barra, dejen a una mujer sin protección, en un país que dice tener especial protección para ellas. ¡Mentira! En Colombia las mujeres seguirán siendo víctimas de asesinos, violadores y “vivos”, mientras el Estado no les dé protección especial y los jueces no se interesen por tomar decisiones más allá de lo que dicen los códigos. Un juez tiene que tener alma. Sin alma no pasa de ser un código parlanchín, muy peligroso.
Lo cierto es que en la vida no hay acción que no se pague. Ya veremos como la vida que suele ser testamentaria, les cobra con intereses de usurera, los desmanes y la falta de vergüenza. Mientras tanto que siga siendo premiada la farsa.
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