1. La ministra de Tecnología de la Información y las Comunicaciones, Karen Abudinen, una funcionaria cuestionada con vínculos estrechos con los clanes más poderosos de la costa ha salido con mucha zalamería y desfachatez, a tratar de desenredar el ovillo que creó con la entrega de 70 mil millones a contratistas sin experiencia, con evidente falta de cumplimiento de los requisitos legales exigidos para dicha contratación.
Esa manifestación de poder que tiene es una pequeña muestra de la falta de pulcritud en el manejo de los dineros públicos. Sus disculpas son enredadas e inaceptables. Las trampas usadas por los proponentes, los mismos, con distintos nombres, muestran el desprecio que tienen por el manejo del erario, desafiando toda lógica y coherencia, demostrando absoluta falta de respeto por la legalidad y la institucionalidad, convertidas, en una cenicienta, para hacer lo que quieren, como quieren, sin importar la ilegalidad, ni los vacíos que tiene con la posibilidad de que sea dinero perdido, utilizado para enriquecer a privilegiados cafres, sin honor, ni dignidad.
Vemos dilapidar recursos que benefician esas cofradías de corruptos e inescrupulosos, enriquecidos con el dinero que se roban de los impuestos que paga la gente.
Ella no renunciará. Para hacerlo necesitaría tener conciencia del error, sentir vergüenza por ello, ser honesta con los dineros de los contribuyentes. Ese dinero es muy probable que esté perdido, así como se pierden miles de millones, en un país que necesita una buena administración, para no seguir en este desfalco, que con el visto bueno de los que nos dirigen, hacen que frecuentemente presenten una reforma tributaria, innecesaria, si los recursos del Estado se manejaran con manos limpias y transparencia.
Corruptos hay por todos lados, hacen parte de lo más granado de la hipócrita sociedad que construyeron para su propio beneficio. Sanclemente no ha respondido por los laboratorios en su finca; sigue impune viviendo sin un temor que demuestre vergüenza sin ser judicializado, con extinción de dominio, como hacen con los que no tienen padrinazgos políticos. Este país es una vergüenza. Duque dijo que acabaría con la corrupción, que el que la hacía la pagaba, pero no es así. La corrupción en su gobierno se multiplica sin freno, con un derroche y despilfarro que no se habían visto antes.
Desgracia de un país de indecentes, que todo lo compran, demostrando que por caros que sean, tiene precio. Tanto como la recua de corruptos, que hacen de la función pública una actividad ilícita, sometiéndose a la posibilidad de que paguen sus segundos, lo que frecuentemente les pasa, porque los utilizan como víctimas, en un Estado en el que la legalidad es una excepción y no una regla.
2. Como si Lo anterior fuera poco, tenemos un problema de magnitud mayor con clanes de transportadores, que utilizan tractomulas con una alta capacidad de carga. Es el negocio de grandes transportadores, llenando todas las carreteras del país. Para eso acabaron con las vías férreas que unían a Colombia. Se hizo en el gobierno de Virgilio Barco. Lo hicieron porque el negocio de los magnates de las tractomulas, entre los que se encuentran políticos muy conocidos, produce altos dividendos, dañan carreteras, vuelven escombros las vías pavimentadas y dejan como rastrojos las vías secundarias. Este país de tractomulas ha llegado al paroxismo con la incapacidad para hacer funcionar las vías férreas, que son más económicas, no producen la contaminación de los camiones gigantes; eso porque los opulentos magnates del transporte se oponen a su funcionamiento y desarrollo. Tienen frenada la utilización de la vía que conecta el Magdalena Medio con la Costa, solo porque si funcionara diariamente tendrían mucho que perder.
Se necesita un gobierno que tenga la determinación para volver al ferrocarril y su gran capacidad de carga. Pero no podemos esperanzarnos mucho, cuando se mueven intereses particulares que, contrariando la razón, están por encima de los colectivos.
En fin, este país hermoso está sometido a la tiranía de minorías, que hacen su agosto todos los meses del año, con la permisibilidad de un gobierno incapaz de tomar decisiones, dejando a un lado el cuento de la economía naranja, que es perorata no cumplida.
Esperemos que los que van a dirigirnos como políticos sean sensatos, no hagan parte de las mafias que han manejado este país, como si fuera un Ubérrimo sin límites.
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