Fronteras es el libro del escritor español Simón Viola, a quien conocimos en sus visitas a la Feria del Libro de Manizales. Llegó a mis manos por la amabilidad del amigo colomboespañol Antonio María Flórez, ese buen componedor de las relaciones culturales entre nuestra región y España.
El texto recoge los recuerdos de una frontera olvidada, esos terrenos agrestes entre Portugal y España, en el que las gentes eran las mismas y no entendían de límites, ni siquiera en el lenguaje, pues componían sus frases con palabras de aquí y de allá.
Rinde homenaje Viola a sus mayores, a una forma de vida de la que poco o nada queda, la del huerto, la de los habitantes que llenos de solidaridad se apoyan unos a otros, de cómo solucionar los problemas con historias de espantos o bebidas aromáticas.
Se trata de la compilación de recuerdos y también de textos de familiares suyos, hallados unos por aquí y otros por allá. Son historias que pueden sonar muy ajenas para quienes nacieron en las postrimerías del siglo XX o para quienes vinieron al mundo en las últimas dos décadas, pero con las que quienes alcanzamos a saborear algo de aquel mundo rural lo recordamos más con nostalgias, que con la crudeza que pudo ser para quienes habitaron ese momento.
Se trata de un texto muy bien escrito que en anécdotas nos va llevando por esa historia de vecindad rural, en la que la cultura no se expresa por la cantidad de libros leídos o mundos conocidos, sino por el saber vivir bien de acuerdo con las necesidades de quienes habitan un lugar.
Así nos lo recuerda el escritor extremeño, quien cuenta cómo uno de sus personajes despreciaba el saber rural de las mujeres del lugar, porque no sabían leer. Sin embargo, el día de la muerte del abuelo vio cómo esas mujeres que él consideraba ignorantes dieron una lección de sabiduría. Todas las vecinas llegaron a la casa y cada una supo que hacer en ese momento, en el que él se sentía perdido. Una prueba clara de lo que es la verdadera cultura, y así lo entendió como lección de vida.
Lecciones como esa aparecen entre cuentos de cabras, de cultivadores, de refranes, canciones y recuerdos de una vida seguramente recia, pero que con el paso de los años se llega a extrañar y casi a añorar en momentos en que el tiempo parece no alcanzar para nada.
D E S T A C A D O
Rinde homenaje Viola a sus mayores, a una forma de vida de la que poco o nada queda, la del huerto, la de los habitantes que llenos de solidaridad se apoyan unos a otros.
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