«La precisión conceptual no intenta fijar fronteras ni normalizar al extremo el uso del lenguaje, sino motivar al hablante o escritor para que escoja los vocablos más precisos al comunicar sus pensamientos». Así de preciso es el profesor Luis Enrique García, al describir su más reciente publicación.
Precisiones conceptuales y algunas opiniones de un filósofo es la obra que recoge los por lo menos 400 escritos publicados por este caldense en el Papel Salmón, en donde tuvo una columna llamada justamente Precisiones conceptuales, y otra más de opinión, que denominaba Hechos y Lógica.
A más de las explicaciones introductorias de por qué este libro, el preámbulo es una exquisitez: recomendaciones para quien dude de su capacidad lectora. Da cuenta de la diferencia entre poder leer y saber leer, y luego las pautas para hacer una lectura eficiente. En lugar de hablar del libro, les transcribiré un tema tocado en él, nada aburrido, a pesar de su título:
147) Aburrimientos
¡Qué día tan aburrido! ¡Qué clase tan tediosa! ¡Vaya compañía tan jarta!... Nada de eso. Equivocados los tres. ¿Por qué? Lo diremos al final. Aburrido es aquello que nos provoca aburrimiento: una vaga sensación desagradable y molesta caracterizada por la ausencia de motivación y que parece dilatarse en el tiempo. Se produce generalmente por monotonía –falta de variedad en la vida o en las actividades-, inacción, insensibilidad hacia las «pequeñas cosas de la vida» (cuando solo nos entusiasman las emociones fuertes), por tristeza, disgustos, frustraciones, por carencia de intereses, distracciones o iniciativas, por temor a enfrentar novedades o riesgos, etc. Cuando lo que aburre lo sentimos en el espíritu como una carga, se convierte en pesado. Si nos resulta tan aburrido que nos induce al bostezo incontrolable, y de ahí al sueño, y si logra dormirnos, entonces es soporífero.
Lo tedioso es, además de aburrido, molesto o fastidioso; y si proviene de personas, puede generarnos aversión y hasta odio. «Jarto»es un colombianismo, quizás derivado de hartar, palabra que significa no solo saciar con exceso un apetito, sino también, fastidiar, cansar. De ahí que jarto es algo –o alguien- aburrido que nos acompaña, nos llena, nos atrapa. Si la situación nos produce repugnancia, el aburrimiento se torna en fastidio, y si nos disgusta, en hastío.
Quien no hace nada, se aburre; si hace lo que detesta, se fastidia; y si hace la misma cosa, se hastía. Un buen recurso para superar aburrimientos es interesarse por manualidades, artes, oficios y –sobre todos- por la lectura; así una larga espera será un buen momento para aprender algo, entretenerse o «pelear» con el autor. Además, «si no leo me a-burro», reza un atinado póster. La pereza es tanto efecto como causa del aburrimiento, y se manifiesta en descuido, lentitud, negligencia para realizar aquello a lo que estamos obligados.
¿Y por qué equivocados los tres? Porque el aburrimiento, el tedio, la jartera y demás no están en otras personas ni cosas ni acontecimientos ¡sino en uno mismo! Y mal hacemos en esperar que los demás o el futuro nos liberen de esas sensaciones desagradables. El ánimo positivo debe salir desde adentro, y decirnos como los romanos después de la batalla: sursum corda: arriba corazones… que todavía estamos vivos.
…
El texto trae varios anexos. Imperdible el que dedica al lenguaje inclusivo. Además, es una obra editada de lujo, como para un buen regalo, pero no de adorno, sino de consulta permanente. Lo pueden conseguir en Leo Libros. #HablemosDeLibros y #LeaLocal.
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