París Trejos es un personaje de esos que todos conocemos en nuestros pueblos. Este integrante de una familia conformada por 10 hermanos, de papá músico, gallero y dentista, aunque juicioso, un hombre de la casa y papá ejemplar. No obstante, su hijo, el que algún día de niño embolató un duende, termina por convertirse en algo así como el hijo calavera. El trotamundos que se rebusca entre una y otra cosa, que termina por volverse un genio de la estafa.
Los escritores tienen que ser amorales a la hora de redactar las historias de sus personajes, porque de lo contrario no podrían decir cosas en las que puedan tener aversión o les genere problemas con su conciencia. Creo que eso le debió pasar al veterano periodista Ricardo Aricapa, ahora avenido en novelista, con el protagonista de este libro que en su subtítulo lo dice todo: Memorias de un estafador.
A los periodistas nos cuesta soltarnos para escribir de manera diferente, por eso el autor reconoce en varios pasajes que esta es una crónica y así la escribe. Nos va soltando cada tanto lo que sucederá en adelante, como si fueran anticipos o titulares. Tal vez, inspirado en los viejos folletines, cuando las novelas se contaban por capítulos en los periódicos y había que provocar al comprador del siguiente ejemplar.
Los riosuceños van a disfrutar y a pelear con esta novela que se presentará el próximo fin de semana en el Encuentro de la Palabra. Si bien el personaje se pasea por todo el país y tiene escenarios principales en Medellín, Barranquilla y Bogotá, de Riosucio sale y a Riosucio regresa y se inserta en su comunidad.
La manera en que el escritor va atando cabos de momentos históricos del país con el pasaje de París Trejos por la vida, no evade asuntos críticos como la forma en que el narcotráfico permeó todos los sectores, incluida la familia del personaje convertido en pater familias. Aunque hay asuntos en los que el cronista se nos va por las ramas de la historia colombiana, pues el protagonista al fin y al cabo crece con el siglo XX, desde cuando no había carreteras que conectaran bien los municipios hasta los tiempos duros de la violencia que opacaron el crecimiento de la localidad y su gran actividad cultural.
Así nos habla de episodios como la muerte de Mamatoco, boxeador y periodista; del Bogotazo, de la dictadura, de las guerrillas liberales, de la caída y resurgimiento de Rojas Pinilla, de los chusmeros, de las guerrillas y el narcotráfico, entre muchos otros episodios que a veces se alargan más de lo necesario.
Me encantaron los referentes a los tangos viejos y bien relacionados, el rescate de palabrejas del lunfardo con el que me crié. También me gustó mucho el repaso sin complejos a una época que hoy los bienpensantes, los progres de turno, criticarían como comportamientos políticamente incorrectos.
Si García Márquez dijo que Cien años de soledad es un vallenato de 500 páginas, podríamos decir que es un tango esta novela de Ricardo Aricapa, con muchos hechos basados en pasados reales que los riosuceños sabrán identificar. Por eso, este verso de Cambalache, de Enrique Santos Discépolo, nos da cuenta de lo que va esta obra:
Si uno vive en la impostura y otro afana en su ambición
da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos
caradura o polizón...
Ese era nada menos ni nada más que don París Trejos, culebrero, sacerdote, jeque árabe, empresario, yerbatero, cantinero, prestamista, político y estafador. Todo un personaje como muchos que abundan en nuestros pueblos con sus leyendas al hombro y cuyas historias vale la pena rescatar para hacer memoria de lo que somos y lo que seremos. Así que a leerse la historia de este personaje, de Riosucio y del país. Luego #HablemosDeLibros, de este y de otros que se enmarcan en la picaresca regional.
Encuentro en Riosucio
París Trejos - Memorias de un estafador será presentado el próximo viernes como parte del XXXIIX Encuentro de la Palabra en el Teatro Cuesta. Hora: 4:30. El autor tertuliará con César Valencia Trejos y Marcos Trejos.
Subrayados
* Si ellos pueden darse el gusto y los lujos que se dan, con la astucia y la palabra como únicas armas, ¿por qué él no puede hacer lo mismo?
* Una estafa elaborada bajo ciertos cánones clasificaba como obra artística.
* Daba lo mismo cinco que cincuenta, porque se trataba en últimas de una estafa de honor, por el puro gusto de coronarla.
* O se iba a tintear a los cafés de la veintitrés, que era lo que más hacía.
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