Hay conversaciones que nunca terminan. Empiezan entre un par de personas o un grupo pequeño y van sumando tantas personas que cuando menos se piensa la charla se agranda y salen nuevas ideas que necesitan reencuentros, verificaciones, asentimientos. Todo con el ánimo de que esa estimulante conversación nos lleve a otro lugar.
Esto es lo que sucedió con una conversación entre dos personajes que empezaban a dar de qué hablar en la literatura universal, pero apenas era una idea de lo que iban a llegar a ser. El encuentro de Mario Vargas Llosa y de Gabriel García Márquez en la Universidad Nacional de Ingeniería en Lima (Perú) en 1967 fue una de las pocas oportunidades en que se tuvo la oportunidad de ver a este par de personajes hablar desenfadadamente como dos camaradas que se alimentan con las palabras del otro.
El de mostrar en ese momento era el peruano. Ya había ganado el Rómulo Gallegos y su primera novela, La ciudad y los perros, había roto todos los moldes que traía la literatura latinoamericana. En cambio García Márquez, aunque ya había publicado Cien años de Soledad y se daban ya cada mes las reimpresiones del libro, aún este no llegaba masivamente a Perú y no pasaba de ser un hombre de interés. Quien hizo que se llenaran las gradas de la institución donde se desarrollaría el conversatorio fue Vargas Llosa.
Con el paso del tiempo, los dos alcanzaron los altares con sus obras, primero; con sus posturas tan distantes, luego; con su controversia que no termina de dilucidarse; y con sus premios, hasta el Nobel de cada uno. Primero para García Márquez en 1982 y luego para Vargas Llosa en el 2010.
En ese entonces eran felices y solo Gabo había pasado por indocumentado. En esa conversación en la que terminó siendo más una entrevista del peruano al colombiano, empezaron a notarse las hondas diferencias de los dos: el primero más académico, más interesado en las teorías literarias, en la forma en que podía desentrañar los entresijos cómo se construyeron las obras maestras desde la técnica, mientras el segundo entregado a su intuitividad, a su instinto, menos ortodoxo, más cercano a la gente.
Ese discurso, algunas impresiones de protagonistas, una entrevista a Vargas Llosa y un prólogo de Juan Gabriel Vásquez son la invitación para leer este libro de la conversación Dos soledades - Un diálogo sobre la novela en América Latina. Y si se animan luego, sigan con Historia de un deicidio, que no se conseguía casi, hasta ahora que a los 50 años de su públicación lo reedita Alfaguara. El trabajo doctoral de Vargas Llosa sobre la obra de García Márquez. La conversación continúa con sus protagonistas en sus libros. Así hubieran dejado de hablarse.
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Con el paso del tiempo, los dos alcanzaron los altares con sus obras, primero; con sus posturas tan distantes, luego; con su controversia que no termina de dilucidarse; y con sus premios
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