Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
No será divertido el fin de año para el Once Caldas. Su misión será igual a la del equilibrista, que lucha entre sostenerse o caer.
Su técnico, Francisco Maturana, piloto de un avión que falla, no hará concesiones a la estética o al romanticismo, tan aclamados en el pasado, y recurrirá al trabajo mental y a la energía física, porque el talento no da. Es sabido que la escuadra actual sabe poco que hacer con el balón en los pies. Las acciones colectivas, con pases finos que no tienen acabado en el gol, aparecen esporádicamente, pero son insuficientes por lo discontinuas, para garantizar una victoria.
La cura de los males es el resultado. Las respuestas están en el equipo combativo, como se vio ante América, que logró dominar parcialmente miedos y nervios, y que permitió, por ratos, el control de la ansiedad.
Cada punto es oro. Y, visto el déficit en el juego técnico de conjunto, el recurso inmediato es la intensidad en posesión y perdida, para alejar un poco el desanimo de la tribuna que mira desde los sectores belicosos, con expresiva inconformidad.
El clima es de alta tensión, cuando no arremete la indiferencia que es peor. Maturana, piedra angular del proyecto que no rueda en la misma dirección del rendimiento, ha querido con su relevo de piezas, reencontrar el dinamismo que hace meses, quizás años, el equipo perdió.
Su vestuario está tranquilo, los jugadores encajan en sus planes urgentes de salvataje, salvo excepciones ya detectadas que ven con irresponsabilidad y sin compromiso el triunfo y la derrota.
Por experiencia, Pacho tiene habilidad para transformar este presente complejo y penoso. Pero debe contar para ello con los futbolistas. El solo no es capaz porque no juega su pasado; es el presente que acosa y que exige de cada uno lo mejor. “Hagas lo que hagas, hazlo bien”.
El aficionado no va al estadio a buscar fragmentos de fútbol, ni se divierte viendo la degradación del juego de su equipo. Va a ver ganar, pero sobre todo a ver correr y luchar; a ver como se juega con la cabeza, con los riñones, con el corazón, cuando la clase no hace diferencia.
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El clima es de alta tensión, cuando no arremete la indiferencia que es peor. Maturana, piedra angular del proyecto que no rueda en la misma dirección del rendimiento, ha querido con su relevo de piezas, reencontrar el dinamismo que hace meses, quizás años, el equipo perdió.
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