Jericó de Antioquia tiene gozo al sentir aún los pasos de Laura Montoya por sus calles y en su casa: algunos sienten gusto de haberla conocido, tratado, escuchado: una buena mujer que con serenidad sembró como pionera los pasos para evangelizar las regiones abandonadas indígenas de su época y en verdad les llevó progreso, conocimientos, organización, Evangelio.
La santidad es un vocablo olvidado que ha oscurecido el sentido de la vida de muchos que confunden la existencia con nacer, crecer, trabajar, comer y morir sin mirar alrededor, sin responder a las situaciones vitales y sociales que hacen la vida madura en la cabalgadura del servicio al estilo de Jesús Nazaret según los evangelios.
La santidad es admirable, no hace daño a nadie pero arranca la cizaña y siembra sin cesar luz, verdad y alegría: es faro de progreso y guía para mejores caminos; todo aquel que nace es llamado a la santidad es decir a la perfección de la existencia en una vida recta, ascendente y justa ojalá al estilo de Jesús de Nazaret. Quien se decide a seguir sus pasos acierta en el mejor camino a recorrer.
Vale recordar esto hoy primero de noviembre festividad de todos los santos, es decir llamado a todos y recordación que santo no es solo el que es canonizado en ceremonia solemne casi siempre con la finalidad de honrar alguna corriente de vida o región del mundo. Santo es toda persona que desde su historia se une a la historia de la salvación y le da sentido a todos los pasos de la existencia.
Hoy recordamos a los santos cercanos: a aquellos que tratamos a diario, que estrechamos sus manos en saludos cordiales, que vemos transitar por nuestras poblaciones luciendo una limpieza de vida, una rectitud de acción, un amor a Dios y a los demás que admira y a veces es de heroísmo: el santo es aquel o aquella que siembra luz, irradia gozo, eleva la profesión, el trabajo, la vida.
Es verdad: a diario nos topamos con santos y santas que desde la oración y la limpieza de vida, amor, inmenso a los demás, servicialidad sin engaños o intereses mezquinos, es lo que llamamos gente sin pecado, brillante en su palabra y obra.
En medio de las guerras y horrores Escrivá de Balaguer opinó diciendo una verdad: “estas crisis mundiales son crisis de Santos” es decir faltan personas atrevidas para vivir bien aún en contra de la opinión de muchos, que sean “pies y manos de Jesús” como nos recordó el papa Francisco en su visita orando frente al Cristo negro mutilado de Bojayá.
Me gustó lo que le oí a aquel buen amigo: “frente a estos problemas de mi patria, ya sé lo que debo hacer: Seré santo”.
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