Enrutados en una nueva etapa gubernamental, vale anotar el aporte que en letras llenas de belleza y optimismo dio quien nació el 10 de agosto de 1924, el señor Carlos Castro Saavedra. Nacido en Antioquia, desde joven se hizo conocer por los escritos que en prosa preciosa y en poesía luminosa brilló como verdadero hombre de ideas y letras.
Su producción es numerosa y en ella canta con preciosidad al amor, al dolor, a la Patria, a la naturaleza, a la humanidad; desde la realidad social sabía proyectar pirotecnia de letras que jugaban hasta acomodarse en frases de optimismo, invitación al amor, a la paz, a Dios.
Además de 19 libros en fina poesía, fecundó la esperanza ciudadana con prosa clara y sencilla pero siempre revestida de la belleza en la redacción. Entre sus muchos libros vale recordar “El elogio de los oficios” que durante muchos años iluminó la cátedra de ética del SENA y de muchos colegios y empresas que tuvieron allí un raudal de invitaciones a realizar con gusto diario el trabajo que construye países. Otra de sus obras, “Cosas elementales” es escenario por donde desfilan cantidad de cosas y hechos que con la pluma de Castro Caicedo toman color y danza de cariño por lo existente.
Escribió en varios periódicos del país y recibió grandes premios en Colombia y en Berlín, reconociendo su aporte a la Literatura y a la vida ciudadana. No podemos olvidar sus escritos para teatro y cuentos para niños.
Hoy en este nuevo sendero del país es bello recordar algunas frases de su poema “Cuando la Patria” cuando se pueda andar por las aldeas y los pueblos sin ángel de la guarda; cuando sean más claros los caminos y brillen más las vidas que las armas; cuando la sombras que hacen las banderas sea una sombra honesta y no una charca; cuando la libertad entre a las casas con el pan diario, con su hermosa carta; cuando reyes y siervos junto al fuego sean de amor y de esperanza; cuando en lugar de sangre por el campo corran caballos, flores sobre el agua... sólo en aquella hora podrá el hombre decir que tiene Patria”.
En su poema “Plegaria” regala sentimientos claros: “Pido al que hace los árboles, a Dios, que cubra con su cielo, con su manto, la casa donde vivo, donde canto y la mujer que canta con mi voz. Pido que el pan no falte, que el arroz con sus pequeñas lágrimas de santo, ilumine mi mesa y que su llanto no solamente alcance para dos; que el Señor me defienda con sus alas de los truenos, los rayos y las balas que a todas horas cruzan por mi frente”.
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