Comenzamos el mes de abril que viene del latín "aperire" fácil de traducir: abrir, que cae bien en este momento de la historia tan lleno de pasos sorpresivos, insólitos, nunca ocurridos a nivel mundial, que tiene al mundo entero en estado de cuarentena, aislamiento, lucha contra un poderoso y desconocido aún virus.
Bien podemos encerrarnos en el miedo, desaliento, decaimiento, ira contra la vida y la historia, pero es más lógico, humano y valiente abrirnos al futuro con realismo creativo; todos "juntos en la misma barca" como anota el papa Francisco estamos llamados a una ayuda solidaria y optimista.
El papa Juan Pablo II escribió una carta con motivo del comienzo del nuevo milenio que comenzó en el año 2000; dijo claramente que entrar a este nuevo ciclo histórico invita al mundo a múltiples interrogantes sobre su renovación en orden al mejoramiento de la convivencia universal.
Dice (Nro 15) que "tenemos que mirar hacia adelante, debemos remar mar adentro" confiando en la palabra de Cristo"; anota que es necesaria una gracia de "revelación que viene del Padre y que solo con la experiencia del silencio y la oración ofrece un horizonte adecuado; lo vimos hecho realidad la tarde del 27 de marzo pasado cuando el papa Francisco envolvió al mundo por unos minutos en un ambiente de serenidad, reflexión, oración y paz.
La ocasión de estar en casa por varios días, fuera de la rutina laboral, ofrece la ocasión de unirnos más, de dialogar sobre hechos concretos en reflexión proyectiva, de hacer posible el amor familiar, de hacer de la casa "hogar de oración" y revelación de nuevas maneras de convivencia.
Abril nos abre a nuevas experiencias de comunión, de expresiones vitales de solidaridad. Son hoy muchas las necesidades que interpelan la sensibilidad cristiana. Si en gran parte estamos no carentes de recursos económicos hemos descubierto que estamos expuestos a nuevas pobrezas, que creíamos estar en lo alto de las conquistas científicas, tecnológicas y políticas y nos encontramos con manos tendidas buscando encontrar una curación que no vemos aún.
En el número 51 de la carta mencionada, el papa anota en forma profética: "la Caridad se convertirá necesariamente en servicio a la cultura, a la política, a la economía, a la familia de lo que depende el destino del ser humano y el futuro de la civilización. La vertiente ético social se propone como una dimensión imprescindible del testimonio cristiano”.
Mirando estas realidades, bienvenida esta Semana Santa en abril para abrir de par en par las puertas a Cristo.
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