Así como la ola invernal ha anegado muchas zonas del país con lamentables consecuencias, los colombianos estamos padeciendo otra tragedia: nos estamos inundando de desconfianza social. Se trata de una situación que se debe revertir si queremos avanzar para alcanzar el desarrollo y bienestar para todos.
Por esa desconfianza millares de personas en el país, la mayoría jóvenes, salieron el año pasado a las calles a protestar y reivindicar derechos fundamentales a la vida, al trabajo o contra la desigualdad. Como pocas veces ha ocurrido, actualmente muchos colombianos no confían en el Gobierno y su gestión; dudan del registrador nacional sobre el manejo que le ha dado al proceso electoral o no comprenden muchas de las decisiones del fiscal general.
Incluso, sobre los candidatos a la presidencia de la república se tejen sombras de desconfianza en la opinión pública. Se trata de una situación que además se refleja en los medios de comunicación y las redes sociales, en donde los límites entre la verdadera y la falsa información se desdibujan, impactando así la percepción ciudadana.
Esta incredulidad generalizada frente a las instituciones es muy grave, por cuanto amenaza con desgarrar el tejido social y generar caos en un país que por décadas viene anhelando que se cumpla la promesa de alcanzar grandes ideales como combatir la desigualdad y la pobreza, cerrar las grandes brechas sociales y económicas y tener paz territorial.
Precisamente, uno de los valores más difíciles de inspirar y de aplicar es el de la confianza, tal vez porque es el más frágil de todos. Aprender a confiar es difícil, pero ganarse la confianza lo es aún más. Por eso, de este valor aprendí que, si hay compromiso, transparencia y trabajo, cualquier obstáculo podrá ser resuelto y que no existe mayor responsabilidad que retribuir la confianza con hechos.
Esa experiencia la viví cuando asumí la Gobernación del Valle del Cauca, porque había entre las instituciones y la opinión pública una falta de confianza en la gestión que iba a realizar. Muchos consideraban que, como yo era política, no iba a ser buen gobernante.
Ganar esa confianza fue un propósito personal y de gobierno. Fue así que durante mi gestión pasamos de recibir un departamento en quiebra, a terminar la administración con una calificación triple A por parte Fitch Ratings, una de las tres calificadoras de riesgo financiero más importantes del mundo. Además de recuperar el Hospital Universitario, la red hospitalaria y fortalecer el campo, el tejido empresarial y el sector social, logramos disminuir los índices de pobreza multidimensional en el departamento, logrando que cerca de 200 mil personas salieran de esa condición. Con estos y otros hechos logramos pasar de la incredulidad a la confianza ciudadana.
Para lograr estos objetivos creamos un modelo de gestión con el que logramos articular a los sectores público y privado, la academia y diversas organizaciones sociales, para llevar a cabo un trabajo transparente, eficiente y bajo un liderazgo colectivo.
En mi opinión, el país necesita de líderes y propuestas políticas que promuevan acciones afirmativas para recuperar la confianza en las instituciones y en la democracia; que protejan las libertades y estén sintonizadas con las necesidades de la gente en las regiones. Debemos contar con un proyecto político sin discursos populistas, que sea capaz de responder con orden y oportunidades a las demandas de las comunidades, de mejorar sus condiciones de salud, trabajo, vivienda y bienestar.
No podemos dejar que nos inunde la desconfianza. Tenemos que volver a creer. El proyecto de un país se construye entre todos. Nuestros gobernantes y clases dirigentes deben entender que no se puede engañar al ciudadano ni persistir en que una mentira es una verdad. Hay que estar abiertos a la crítica y que esa actitud sirve para mejorar la confianza. Pero también, es necesario que cada uno de nosotros hagamos un alto en el camino y reflexionemos sobre de qué manera podemos aportar con nuestras acciones cotidianas a tejer la confianza que tanto necesita el país. Hagamos juntos de Colombia ese país que merece volver a confiar y sonreír.
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