En ¿Dónde está la franja amarilla? William Ospina señala que el Estado colombiano tiene una naturaleza contradictoria. Por un lado, no existe en absoluto. Es un Estado ausente a la hora de garantizar bienestar, paz, dignidad y derechos. Por otro, es un Estado omnipresente, que existe infinitamente cuando se trata de agredir a los débiles, saquear el patrimonio público y beneficiar a los privilegiados.
Una de las causas del estallido social que vive Colombia desde noviembre del año pasado es la necesidad urgente de reformar ese Estado paradójico, violento y elitista, para que no siga al servicio de una casta cada vez más descompuesta y desconectada del país real.
La situación que llevó a millones de colombianos a salir a las calles en 2019 permanece inalterada: persisten la desigualdad, la corrupción, el deterioro ambiental, los salarios de hambre, las pensiones indignas, el desempleo estructural, la violencia que mata a un líder social diariamente y los planes para profundizar esta realidad.
Mientras el Gobierno siga implementando reformas tributarias regresivas, haciéndole conejo a los acuerdos de paz, jugando a ser peón de Estados Unidos y chuzando a periodistas, magistrados y opositores, es difícil que el espíritu de movilización desaparezca. Tampoco se disipará la indignación si gremios como el de los banqueros, que ganaron más de 9 billones de pesos el año pasado, siguen diciendo que el salario mínimo en Colombia es muy alto, que hay que eliminar el pago de intereses a las cesantías y que las cajas de compensación tienen que desaparecer porque los patrones se cansaron de costearle a los trabajadores la ida a piscina, los útiles escolares de los hijos y los subsidios para adquirir vivienda.
El 21 de enero se reanudó el Paro Nacional y volvieron a ser evidentes las características contradictorias de este Estado, como lo ilustra el caso de Valentina, una maravillosa manizaleña que vive en Medellín. Mientras esperaba el inicio de un plantón pacífico, un agente del ESMAD le disparó en la sien. A pesar de la gravedad del ataque, a Valentina le pusieron trabas para atenderla en urgencias debido a la falta de afiliación a una EPS, gracias a que está sin trabajo. La bala no la mató, ni dejó lesiones graves, pero la acción oficial la dejó con un dolor insufrible y en medio de trámites legales que le impiden seguir buscando empleo.
Allí, los dos Estados en acción: el ineficiente que pone obstáculos para la atención en salud y que da pocas garantías para que la gente encuentre empleo, y el súper eficaz, que dota a uniformados de doctrina y escopetas calibre 12 para que agredan a los ciudadanos que reclaman, entre otras cosas, los derechos a la seguridad y a la vida.
Este Estado no cambiará si no se sigue impulsando su transformación. Hace dos décadas, ya William Ospina nos planteaba un camino: “solo cambiando nuestra manera de estar juntos, solo convocando a la dignidad de millones de seres e instándolos a ser el país, su rostro, sus voceros y sus propósitos, solo dando por fin su lugar en la historia a las mayorías excluidas y degradadas por una arrogancia asombrosa, podremos esperar un país donde de nuevo sea motivo de orgullo y de grandeza vivir y morir".
Hay que seguir buscando esa enorme riqueza cultural, social y natural, opacada por unos pocos, pero propiedad de todos. Hay que seguir buscando la franja amarilla.
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