Plenitud de acontecimientos rodea la incertidumbre, en el ser de las cosas salidas de las entrañas en tierras desconocidas, y los entornos simulan la crueldad en lo incierto de raíces. Aconteceres rodean los sitios, a cada instante, con la alegoría de los supuestos dejados a prueba en las tardes de golondrinas. Nada podrá ocurrir en el desparpajo de aires circunstanciales, sujetos al azar, mientras el silencio acobarde los instantes.
De viva voz los asombros recrudecen la espera y subyugan el canto de las sirenas. El asombro es un tejido de esperanza y nostalgia, con atisbo a la efervescencia del sonido, en la sinigual partida de lumbres, sumidas en el silencio. Lo cruel estará en la pérdida de nociones y de caminos, sin esperas. Y la nostalgia pasa a ser el remplazo de la imagen protegida en el Yo.
Oscilante algarabía en los cenáculos de la gloria, enemista poblaciones en las riberas de historias detenidas con el dejo del tiempo. Al transcurrir la vida, aquella gloria desvanece alcances y consigue en la gente la indiferencia más propia de los cristales rotos. El encuentro se hace pródigo en los encantos como paréntesis de la historia transcurrida al son de profilaxis, en lo perecedero de la gloria.
Secuencia en los decires a contracorriente, da como resultado el antifaz de la protesta, con secuelas de sangre y humo. Lugares de atardecida emulsionan las palabras en consuelo de crepúsculos, resultado de la evasión de los colores y la nostalgia precipita los cuentos de nunca acabar. Las tardes tienen longitud de olvido, y en las noches se hace panda la vida, con promesas de asombro multicolor. En verdad, el comienzo es la súplica de los conversos.
La pretensión de sonido abruma las ideas, en el refugio de las consideraciones a la espera. Naturaleza de condición favorable a los encuentros virtuales, con el consentimiento de la ocasión. Ruidos casi imperceptibles merodean entre las palabras y hacen del momento una distracción sin elocuencia. El cultivo del sonido favorece el aprecio por la música, y por las miradas que al cruzarse dan señal de beneplácito.
Sentimientos desprenden anhelos en los laberintos del deseo, y modulan canciones con la diatriba de las encrucijadas. Sentimientos en la Naturaleza acogen formas de la vida, en los senderos escabrosos propios de cada condición. Y el devenir se hace sorpresa en el juego propio del destino. Escaramuzas de sobrevivencia avivan los sentimientos en protección de anhelos y deseos.
Lecciones de sobrevivencia en emulaciones cotidianas, del tránsito ineludible a la cesación del ser. El tiempo marca en las vidas el proceso hacia la meta final, y en el transcurrir del camino estará la fuerza de la vida, con pasos de sorpresa, logros, encantos, fatalidades sin memoria. La vida es un asombro de fascinación, con los riesgos y todo. Es también un apremio de lucidez y encanto, entre la Naturaleza que marca la continuidad en otros seres.
Las fuentes del horror hacen de la vida un desliz de adormideras, subyugados por el aplomo en las conversaciones frente al espejo. Y los pasos se dan en la oscuridad del pensamiento, con cuerdas de sostenida entonación. Lo subyugante pasa a ser un control remoto de reverdecida sonoridad, entre luces que le apuestan al fervor por la palabra, no distante de las cuestas favorables al olvido.
Arisco potencial de soledades, con actuación en círculo de rotación desconocida, sobrecoge el espíritu de la tiniebla, y encoge la sensación del tiempo. Calibre de congojas en la noche, mide el terciopelo de los sueños, con parámetros de medida más parecidos al lento vagar de nubes, con los ribetes de montañas en continua transformación. La soledad es un conjuro de invocaciones en desalojo.
Elocuencia en el silencio de las piedras, arredra la naturaleza de lo incipiente, a la media distancia. Las piedras se conmueven al paso del tiempo, con lo desmedido de ocasiones centrífugas, y los días se hacen un desgranar de olvidos. El silencio gravita al son de comarcas delineadas en el límite, entre rupturas y somnolencias, con arrullos de gorjeos en los amaneceres, desprendidos del trópico, por montañas de historias sin relatar.
La paz en los confines del delirio, le apuesta a las conjeturas del decir, con sujeción a normas en lo preclaro de regodeos que buscan acomodo al sentido. La dicha resulta ser el fermento de verdades de a puño, sujetas a la gracia de frases salidas de contexto. En lo apresurado de la vida, las señales de apuro quebrantan vaticinios, por un mundo de ausencias memorables. La conjetura hace más vivaz la palabra engastada en la piedra.
Encendido el paradigma de las fantasías, el mundo se levanta en cánticos de esperanza, sobre suelos de fertilidad prometida. Y las estrellas recaudan lo milenario de las apuestas, en mensajes de manifiesta oscuridad. A su vez, la Luna encumbra el sonido de las gaitas, a regiones del contento en las melodías de medianera condición. Cualquier paradigma es referente de las apuestas por la vida.
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