Dejamos el Palacio de Buda, pero no abandonamos la Colina porque alberga edificios dignos de visitarse. Los mercaderes alemanes fueron los encargados de poblar las zonas e instalar allí sus negocios. Vendrían los turcos que destruyeron las edificaciones y luego los soldados de la Liga Santa formada por soldados cristianos que destruyeron sobre lo nuevamente construido. Me llaman la atención tres torres muy parecidas, prácticamente iguales que forman el llamado Bastión de Pescadores. Están levantadas sobre la muralla de la Colina de Buda y en la plaza contigua se vendía el pescado desde la Edad Media. Frente al Bastión se encuentra una monumental estatua de San Esteban, el santo patrón de Hungría. Llego a la joya de la Iglesia de Matías, que vengo observando prácticamente desde el primer día de mi llegada a Budapest, porque se la ve desde casi todos los lugares de Pest y de la parte de Buda situada a orillas del río. En este momento, parado frente a la iglesia, recuerdo dos joyas del gótico en Colombia que tienen un lejano parecido con la iglesia de Matías y son la Ermita de Cali y la iglesia de Ubaté, Cundinamarca. La construcción se inició en 1370 bajo los auspicios de Luis el Grande de Anjou. Lleva el nombre de Iglesia de Matías porque fue el rey Matías Corvino el que la embelleció y dotó de muchas riquezas. El rey allí se casó con Beatriz de Aragón en 1476. Gran parte de los adornos originales se perdieron cuando los turcos, con su irrefrenable manía, convirtieron la iglesia en mezquita en 1541. Después de la Liberación de Buda en 1686 (ya hemos hablado de ello, y nos referimos a la expulsión de los turcos) los jesuitas reconvirtieron el edificio en iglesia con estilo barroco, el estilo típico de la orden de San Ignacio. En 1723 la iglesia sufrió de nuevo y fue una vez más restaurada en estilo neogótico por Frigyes Schulek entre 1873 y 1896. El techo está adornado con azulejos vidriados de varios colores. Esta parece ser costumbre de Europa centro-oriental, porque también con azulejos de colores está techada la monumental basílica de San Esteban de Viena y la iglesia de San Marcos de Zagreb. Tuve la suerte de hacer “in situ” las correspondientes fotografías en mis visitas a Austria y a Croacia.
La iglesia nuevamente sufrió desperfectos causados por los ejércitos alemanes y rusos durante la Segunda Guerra Mundial. Y nuevamente la preciosa iglesia, tan querida por los aquineos (o aquincenses, o budapetenses) fue restaurada en 1970. A un lado de la iglesia se encuentra la placita que es el centro del casco antiguo. Allí se levantó un monumento a la Santísima Trinidad que recuerda a las víctimas de las pestes de 1691 y 1709. Un monumento igual o casi igual se encuentra en Viena y levantado por la misma razón. En pueblos de Hungría, Austria y la República Checa se encuentra el mismo monumento. En la plaza de András Hess me llamó la atención encontrar la estatua de un papa. Se trata de Inocencio XI. La historia dice que tuvo parte en la victoria de los húngaros sobre los turcos.
Devoto como lo soy de los grandes hombres, de los verdaderos grandes hombres, seguí el consejo del guía y entré al Museo de Historia de la Música porque supe que allí vivió Beethoven durante un tiempo en 1800 y aproveché para admirar la exposición de instrumentos musicales tradicionales de Hungría.
Llego hasta la Plaza de la Puerta de Viena. Se llama así porque era la salida para Viena.
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