A alguno le produjo mal sabor de boca mi afirmación de que los particulares no podemos salvar el planeta, hagamos lo que hagamos. A quien me puso la queja le pregunté qué hace por el medio ambiente y me contestó que no arroja basuras a la calle y que cuando va en carro no pita. Le dije que eso está muy bien, pero que con eso no resuelve el problema ambiental. Mi interlocutor resuelto a no dar su brazo a torcer me contraarguyó diciendo que si todos los seres humanos que pueblan la Tierra dejaran de arrojar basura y dejaran de abusar del pito de los vehículos otro gallo cantaría. Dos cosas le contesté: primera, ¿cree usted que con ello se terminaría el calentamiento global? Y segunda, ¿quién convence a todos los humanos para que no arrojen basuras, si no hemos podido lograr que 200 presidentes de los países se pongan de acuerdo para tomar las decisiones correctas sobre el medio ambiente? De todos modos, lo felicité por su actitud muy cívica de no arrojar basuras a la calle, ojalá todos lo imitáramos.
Lo digo por última vez: lo que hagamos los particulares con mucho amor no resuelve los grandes problemas ambientales, aunque sí nos hace la vida más amable. Tremenda alegría sentí cuando William Nordhaus, Premio Nobel dijo: “Tú como individuo tienes un efecto casi nulo sobre el cambio climático”. Me dio la razón.
Entonces, viene la pregunta que me hizo una niña de un colegio de Chinchiná hace muchos años, tal vez unos 35, cuando les di una conferencia y expresé estas mismas ideas.
Me preguntó: Si todo está perdido, ¿qué hace usted aquí dándonos la conferencia, lo hace por el dinero que se le va a pagar? Excelente pregunta que me dio pie para la respuesta que siempre doy al tema del no retorno y a la inutilidad de las pequeñas o grandes cosas que hacemos los particulares.
Esta es mi respuesta. Érase una madre soltera que solo tenía una hija que era para ella la razón suprema de luchar y de existir. La niña enfermó de cáncer. La madre la llevó al médico que luego de varios exámenes encontró que el cáncer que tenía la niña en los pulmones había hecho metástasis y había invadido otros órganos del cuerpo. El médico no dio ninguna esperanza a la madre. ¿Por ello la madre la abandonó? No y mil veces no. Acudió a otros médicos que le dijeron lo mismo. Solo un milagro podía salvarla. ¿La abandonó? Encargó misas y novenas a sacerdotes católicos. La niña seguía empeorando. La madre acudió a los evangélicos, a curanderos de todo tipo, a chamanes que hicieron tomar a la niña las pócimas más extrañas. De pronto la niña dijo que quería ir a Disney World a ver al ratón Mickey. La pobre madre que había acudido a préstamos usureros la llevó a ver su ratoncito. Total, la niña murió, porque tenía que morirse y porque todos tenemos que morir. Pero la madre hizo todo, todo lo posible para salvar a su hija. La Tierra tiene cáncer incurable con metástasis total: empezó con el calentamiento global y la destrucción avanza con el agua que se acaba, los bosques que se talan, los mares cada vez más polucionados, los millones de seres humanos que mueren de enfermedades y de hambre… Metástasis total. Así como la madre hizo todo por su hija sabiendo que la salvación se antojaba imposible, así debemos hacer todo lo posible e imaginable para salvar la Tierra. ¿Vamos a esperar el improbable milagro para que la salve?
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