Esos dos, tres o cuatro minutos son el centro de la fiesta de los sanfermines. Escasos minutos llenos de tremenda emoción y adrenalina no solo por parte de los mozos que corren delante o en medio o detrás de los toros, que sucede todo esto, sino de los espectadores que ven cómo algunos se caen y los toros les pasan por encima. El mayor peligro ocurre cuando un toro adelantado se devuelve y se encuentra de frente con corredores. A lo largo de la historia se habla de 15 muertos en estas carreras de los sanfermines, pero heridos todos los años los hay, unos más graves que otros y no siempre causados por los astados directamente sino por otros mozos cuando alguno o algunos se caen y la tropa de corredores les pasan por encima. No faltan los semiborrachos que corren y estos suelen ser los heridos o los que causan los amontonamientos cuando hay caídas. Así ocurrió en una ocasión, estando yo situado en posición privilegiada en un segundo piso al final de la calle Estafeta frente al callejón de la plaza de toros. A la entrada del callejón se cayó uno, luego otro y otros y así bastantes hasta formarse un montón, y los toros daban vueltas al amasijo de mozos corneando a troche y moche. Por fortuna solo hubo heridos leves. Como realmente no son muchos los turistas que pueden ver pasar la carrera de mozos y toros, entonces prefieren esperarlos en la plaza y ver cómo muchos espontáneos tratan de hacer lances a los animales antes de que los vaqueros encargados los encierren en los rediles.
Pero los sanfermines no son solo el encierro, aunque sí es el núcleo de la fiesta. Hay procesión con la estatua del santo. En la historia de esta fiesta se cuenta que uno de los vestidos más ricos en oro, piedras preciosas, perlas y sedas, que lleva la estatua del santo en la procesión, lo envió un devoto virrey de Nueva Granada que era natural de Navarra.
¿Por qué hay una estatua de Ernest Hemingway a la entrada de la plaza de toros de Pamplona? Sencillamente porque a este escritor y premio nobel de literatura debe Pamplona la fama mundial de sus fiestas. Hemigway conoció los sanfermines siendo joven y la última vez que los gozó fue en 1959. Muchas veces se hizo presente y Navarra se lo agradece. La novela “Fiesta”, “The sun also rises”, aparecida en 1926, ensalza la fiesta, habla de uno de los mozos que muere en la carrera y fue el comienzo de la meteórica carrera literaria y de la fama del escritor. A propósito, un restaurante de Madrid tiene en su portada como curioso reclamo publicitario esta frase: “Hemingway never ate here”. Y le ha surtido efecto, vive lleno de comensales. Entre los extranjeros que frecuentan los sanfermines predominan los norteamericanos, algunos de ellos famosos como Arthur Miller que los gozó una vez, pero otro personaje de nombre David Balk, asistió a las fiestas 40 veces.
A propósito de Pamplona contaré una anécdota que me sucedió en Navarra. Antes de llegar a un destino me informo sobre sus características y sobre lo que me interesa. Por eso me llama la atención que solo al cuarto o quinto viaje a Pamplona me enteré que allí existe todavía el palacete de don Juan de Ezpeleta, que fue virrey de la Nueva Granada y que era natural de Pamplona. Los Ezpeleta fueron una familia noble de muchos abolengos en Navarra. El nombre completo de nuestro virrey es José Manuel Ezpeleta Galdeano. (Continuará)
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