“Ornamento y delito”. Así se titula gráfica y tajantemente un artículo que Adolfo Loos escribió en Viena en 1908. A raíz de mi crónica de la semana pasada un lector me escribió protestando cortésmente porque le parecía desobligante mi comentario en el que dije que Loos odiaba los ornamentos. El título del artículo que acabo de citar justifica plenamente mi comentario. En él escribió Loos: “Como el ornamento ya no está unido orgánicamente a nuestra cultura tampoco es ya la expresión de la misma”. Dijimos que la Loss Haus, la casa de Loos, hace un contraste total con el entorno. Tiene al frente nada menos que el palacio imperial y al lado, pasando la calle la iglesia gótica de san Miguel. La Loos Haus carece de todo adorno.
Las ventanas no tienen ninguno y por ello los vieneses la llamaban despectivamente: ”Augenbrauenloses Haus”, la casa sin cejas. Hasta el propio emperador Francisco José expresó su indignación. Me imagino que el monarca se asomaba a las ventanas de su palacio y lo primero que veía era este edificio simple y soso, para él.
Ahora sí dediquémonos a hablar del palacio imperial, llamado en alemán Hofburg. Pero digamos antes que son tres los palacios imperiales de Viena: Hofburg, Belvedere y Schönbrunn. El primero fue el palacio de gobierno de los Habsburgos. Los otros dos fueron sus residencias veraniegas.
Hofburg fue residencia de gobierno de los monarcas desde 1283 hasta 1918, año en que se proclamó la república. Por ello mismo el palacio no conserva unidad arquitectónica, pues cada monarca iba añadiendo edificios y salas a su gusto y las nuevas construcciones obedecían a los estilos arquitectónicos del momento. Este inmenso palacio consta de 12 edificios, 18 alas y 2.500 dependencias y tiene varios patios, plazas y jardines.
Actualmente es residencia del presidente de la república.
La fachada del Hofburg es un hemiciclo con tres cúpulas, una en cada extremo y otra en el centro, adornadas con frisos y ribetes dorados. Flanquean la entrada principal bellas estatuas de Los Trabajos de Hércules. Dentro del palacio se encuentran las sedes de dos entidades que son orgullo de Austria: los Niños Cantores de Viena, grupo que fue fundado por Maximiliano I en 1448 y que todos los domingos canta en la misa de la capilla imperial de la corte y la Escuela Española de Equitación y su correspondiente museo Museo Lipiziano. Entre las numerosas dependencias del palacio se encuentran las habitaciones que ocuparon el emperador Francisco José y su esposa Sisi, el Museo del Tesoro Imperial, la sala de platería y la sala con las joyas de la emperatriz Isabel (Sisi). Visitar todas las salas es para enloquecerse admirando la inmensa cantidad de joyas, vasos, porcelanas, coronas, espadas, vestiduras, etc. todo ello decorado con centenares de diamantes y piedras preciosas. De ese recorrido y de todas las cosas curiosas que vi quiero reseñar solo unas pocas: la impresionante corona imperial de Rodolfo II, de oro y zafiros; la cuna del rey de Roma regalada al hijo de Napoleón por la ciudad de París; una jofaina y una jarra de oro macizo; una esmeralda de 2.680 quilates tallada en forma de vasija para ungüentos; las vestiduras para la coronación del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Hay una sala especial de estilo rococó que utilizó el zar Alejandro I durante la visita que hizo a Austria para el Congreso de Viena. (1815). Otro personaje que se alojó en el palacio fue Adolfo Hitler. De su breve y funesta visita hablaremos en la próxima crónica.
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