Muchas veces he afirmado que a Manizales no ha llegado el feminismo. Y lo digo como chiste, pero como todos los chistes, también un poco en serio. ¿Quiénes deberían encargarse del discurso femenino? Pues no van a ser los señores. Nos toca a nosotras. Tenemos que hablar de eso también en estas ciudades, tan alejadas de los grandes centros poblados donde pareciera que todo sucede, para traer esos discursos acá, en donde apenas quizá 500 mil personas tenemos que relacionarnos.
Me parece que estamos lejos del debate, lejos de esas ideas, y lejos también de las prácticas feministas. Lo malo es que estamos cogidos del día, lo bueno es que quizá podemos empezar no desde los errores y las ideas equivocadas que también han atravesado a ese movimiento y tomar con beneficio de inventario lo que nos sea más útil y necesario.
El feminismo es una conversación en constante desarrollo para tratar de identificar todos esos aspectos en los que los hombres y las mujeres no somos tratados en igualdad de condiciones, y sobre todo, para que ambos sexos seamos tratados con respeto. No se trata de que como a los tipos les toca muy duro porque tienen que posar de machos, entonces que nosotras aprendamos a ser igual de fuertes. Quizá se trata de lo contrario, de que para todos exista la seguridad y la tranquilidad de poder ser débiles.
El estereotipo de la mujer manizaleña dice que somos elegantes, amables, bonitas, pinchadas, que no salimos a la calle mal arregladas, que somos cultas y bien educadas y la verdad es que muchas mujeres manizaleñas son así; yo las veo como un montón de Luz Marinas Zuluagas, bonitas y amables. Mucho tiempo tuve dificultades con eso, las critiqué, les reproché la superficialidad, me burlé de sus tacones, etc.
Estaba equivocada, el feminismo no es dejar de ser femeninas, o tal vez mejor, el feminismo es entender que todas las feminidades son válidas, esa también.
Pero en mi forma de ver las cosas Manizales sí tiene un problema aceptando a quienes no se acomodan al estereotipo. Yo no soy una señora manizaleña a pesar de tener edad para serlo, y tengo otras amigas que tampoco lo son y que recibimos comentarios, a veces amables, a veces antipáticos, sobre la manera en la que nos vestimos, nos peinamos y somos. También es necesario entender que no todas las mujeres queremos ser Luz Marinas Zuluagas, no todas queremos casarnos, no todas anhelamos los hijos, y no todas queremos guardar el decoro que nos pide la amabilidad manizaleña para evitar la incomodidad que a veces causa hablar sobre feminismo.
La conversación está sobre la mesa, toda la fiesta está hablando de ella, menos nosotros en Manizales y quizá en otros municipios de provincia, donde todavía a tantas mujeres se les paga menos que a los hombres, donde nos nombran en ciertos puestos solo por ser bonitas y de determinado apellido, pero no tanto para que tomemos decisiones, donde nos ponen en las ternas como adornos, donde nos menosprecian, donde a pesar de ser mujeres nos siguen diciendo “niña” y donde se espera que nos comportemos de cierta manera.
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