A comienzos de mes, el experto holandés Han van’t Hooft, dijo que “Manizales es un bebé” en turismo. Está en pañales, decían antes con igual significado, sin aludir al eventual contenido de los mismos.
Para comprobarlo, basta con ver un atardecer desde Chipre. Con mucho menos, en otros países atraen a cualquier cantidad de extranjeros. Desde allá se evidencia que la belleza no es exclusiva de Manizales. Es de Caldas todo, pero al señor solo lo trajeron a la capital. Es mejor suponer que por premura y no porque se siga pensando que su casco urbano es todo el departamento o lo único digno de ver.
Lo dicho por Hooft no requiere de estudios ni atravesar medio mundo. Solo sentido común, cuando lo hay: “Lo primero para tener en cuenta es la historia”. ¿Pero cómo, en una sociedad que la niega para inventar otra de color rosa? Mejor, blanco. “Tener equipo de trabajo”. ¿Cómo, si la costumbre es trabajar ‘contra’ y no ‘con’?
El europeo usó tres duros adjetivos: inconscientes, maleducados, irrespetuosos: “No entienden que el turismo es la industria más grande del mundo”, ideal para sociedades proclives a la molicie. Cuando el Once Caldas ganó la Copa Libertadores, empresarios internacionales ofrecieron promover a Manizales en el mundo. Doce años después resulta claro que aquí no entendieron el mensaje.
“Educación, educación y educación son las tres palabras más importantes” en la industria del turismo. Luego no las hay. Que a uno le digan maleducado tres veces en público, es para casar pelea o para aprender.
“Manizales tiene muchas cosas hermosas, es limpia, pero faltan cosas simples, como la señalización clara en las calles”, en español e inglés. Como no es así, “significa que usted no respeta a quienes vienen de otra parte”. (Claro está que franceses y españoles no es que sean como muy respetuosos con los viajeros).
Tan dolorosas verdades son otra manera de decir que mientras aquí no se crea en lo propio, en sí mismos, será imposible convertirlo en “un sueño para el cliente y que quienes visiten quieran volver o recomendar”. El sueño es pesadilla, porque la negación impide ver la hermosa cultura nuestra, propia, que no proviene de Antioquia y es más rica y variada que la de allá.
Las palabras de Hooft valen para Caldas todo. Por más capital que sea Manizales, su existencia no se explica si no se la relaciona con la del departamento. Así debería ser, visto que hacen parte de un patrimonio de la humanidad llamado Paisaje Cultural Cafetero, uno de cuyos propósitos es desarrollar el turismo, para que con sus recursos se mantenga.
Como están las cosas, a manizaleños y caldenses habrá que explicarles de nuevo, si antes lo hicieron, que en ese patrimonio están incluidas las sociedades que viven alrededor de los extensos cafetales y las razones por las cuales son únicas. De no ser así, nadie gastará un dólar para ver en 15 minutos lo que hay que ver en un cultivo.
Hay que preguntarse si se ha hecho un inventario de los atractivos que hay en cada rincón de la comarca. Es posible que no. De lo contrario, en el arquitectónicamente espectacular norte habría restaurantes medio decentes para que quienes se aventuran por esa vía, tengan adónde reponer fuerzas. Las autoridades del occidente preservarían los caserones que dan identidad a cada pueblo. En Riosucio no estarían acabando con su Carnaval y con la fiesta de La Candelaria. Los europeos y australianos que cada semana viajan en bus escalera de este pueblo a Jardín no pasarían inadvertidos. Marmato viejo deslumbraría a los visitantes, tal y como está. El oriente dejaría de ser esa especie de Tíbet que es… en fin.
En Caldas son atractivos turísticos: paisajes, arquitectura, gastronomía, artesanías, fiestas, tradiciones, y un largo etcétera. Pero como están las cosas, esos potenciales corren una carrera contra el tiempo y la indiferencia. Gobernantes y ciudadanos, por parejo, se los llevan en los cachos, aupados por afanes individualistas y momentáneos.
Así cobra sentido la afirmación de Han van’t Hooft: si el turismo en Manizales y Caldas es un ‘bebé’, es porque nadie lo empuja a crecer. No se necesita ser experto holandés para notarlo.
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