“Si nos descuidamos nos dejan sin agua”. Con tan ominosa advertencia comienza el informepublicado por La Patria, acerca de la cuenca del río El Oro, fuente del Acueducto Regional deOccidente. De éste se sirven los habitantes de los municipios caldenses de Anserma, Risaralda,San José y Belalcázar, y el risaraldense de Guática. Unos 70.000 entre citadinos y rurales, muchachito más o viejito menos.
La causa de su deterioro es la misma de casi todos los bosques: violenta deforestación, paraintroducir ganado o hacer siembras industriales, bien sea por vecinos (nuevos) ricos, reciénllegados ostentosos o por multinacionales. Ven la Naturaleza como un recurso no renovable deexclusivo beneficio propio y se constituyen dueños de la tierra, el aire, el agua, el fuego y lasvidas de quienes se hallan alrededor. No les importa perjudicar a miles o a millones de personas.Gajes del oficio.
Los sembrados de chulupa o gulupa y de aguacate son el principal perjuicio de la cuenca delrío, que nace en la tierra fría de Riosucio. En tanto intensivos, destruyen los hábitats de variasespecies de fauna silvestre, necesarias para mantener el equilibrio ecológico, que ya no es tanequilibrado.
Las aguacateras necesitan ingentes cantidades de agua. Según la plataforma Water FoodNetwork, cada aguacate consume 227 litros. Para sacar 100 toneladas, se requieren 70.000,mientras el mínimo vital por persona es 50 diarios. Y no todos los colombianos lo tienen.
Puede conjeturarse que también el acueducto de Riosucio sufrirá detrimento en el corto plazo.El cual se sumará a los destrozos que causan en la carretera Riosucio-Jardín los camiones quetransportan el aguacate. La vía pasó de ser trocha veraniega a vericueto imposible. Confrecuencia, la gente debe desistir de viajar o devolverse, porque si no la ataja las troneras en elpiso, lo hacen los derrumbes.
Mientras en estas localidades sigan fascinados con la bonanza del ‘oro verde’, no se notaránlos daños, o serán minimizados. Como tampoco parecen advertir que las verdaderas gananciasson para las multinacionales, pues los propietarios de las tierras se conforman con ser meroscultivadores. Cometen el mismo error de los caficultores.
Entidades como Empocaldas, Corpocaldas, la Alcaldía y la Personería de Anserma tratan decontrarrestar el problema, cuidando la cuenca de El Oro. Pero ya se sabe cómo enredan lospolíticos las iniciativas interinstitucionales.
La advertencia es una premonición, que podría estar próxima a cumplirse: el occidente deCaldas quedaría sin agua. Quizás más rápido que en el resto del mundo.
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Adenda: el lunes 30 de julio de 1962 era caluroso y sosegado en Manizales, pero a las 3:18 p.m. el suelo se sacudió violentamente. Las dominicas terciarias regentes del kínder del colegiode Nuestra Señora, carrera 24, calle 18, pusieron a los niños a rezar los Mil Jesuses, antes deenviarlos a casa.
Se doblegó el Cristo de la aguja central de la Catedral. La torre lateral de la 22 con 22 cayó lentamente sobre el caserón de enfrente, dando tiempo de salvarse a los contertulios del Café Adamson. La estatua de san Francisco que la coronaba, se clavó en un inodoro delestablecimiento. Esa misma tarde, los guasones la rebautizaron San Itario.
El terremoto mató a dos personas: la esposa de don Inocencio Barreneche, aplastada por unapared de su casa en la Avenida Centenario, y el poeta Guillermo González Ospina, autor de laletra del pasodoble ‘Feria de Manizales’, a quien cayó un ladrillo desprendido del edificio de laCaja Agraria, carrera 23 con calle 21.
Pasaron 60 años y este episodio parece borrado de la historia local.
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