Cuenta la historia que Nerón, el déspota emperador romano, no solo solía alimentar su ego con enormes bacanales sino que cuando le daba por la cultura se inventaba obras teatrales en las que se interpretaba a él mismo. También hacía concursos de poesía y canto en los que él siempre ganaba, pues antes de la competencia intimidaba o expulsaba de la ciudad a los mejores vates y cantantes. Además, tenía un grupo de unos 5 mil hombres contratados para que lo aplaudieran y vitorearan su talento delante del pueblo.
Este cuento lo recordé al ver la agenda cultural de nuestra ciudad en las próximas semanas y en la posición que ha tomado la Alcaldía con algunas de ellas. Ayer, por ejemplo, comenzó la octava edición de la Feria del Libro, evento que no fue apoyado económicamente por el Instituto de Cultura y Turismo (ICTM). El gerente del ICTM, Héctor Fernando Ortiz, le dijo a El Tiempo que no había plata y que ya habían ayudado a otras actividades culturales vinculadas con la Universidad de Caldas.
Pero no es solo cosa del ICTM. En general, Colombia es ingrata con la literatura. En promedio, leemos entre 1,9 y 2,2 libros al año, según datos del año pasado del ministerio de Educación. Además, siempre nos venden estas ferias literarias como algo para eruditos o para la élite, un flaco favor que le debemos al Hay Festival de Cartagena y su farándula.
Pero vayan a la Feria del Libro. Y háganlo con sus hijos o nietos. El año pasado llevamos a mi hija a una charla de cuentos infantiles y salió maravillada tras escuchar a los autores Irene Vasco y Triunfo Arciniegas. La literatura no es un gasto, como podría pensar el ICTM, es una inversión a futuro. “La literatura es como el paracaidismo: en momentos normales es practicada por espíritus arriesgados, pero en los momentos de peligro le salva la vida a cualquiera”, dice el periodista mexicano Juan Villoro.
Este año Octavio Escobar, escritor manizaleño ganador del Premio Nacional de Novela en 2016 y director de la Feria, armó una programación incluyente y que abarca todos los gustos. ¡Hasta incluyó a la sexy modelo convertida a escritora, Ana Sofía Henao! Como señala el cronista Alberto Salcedo, “a las personas no hay que obligarlas a leer, hay que seducirlas”.
Pero volvamos a las actividades. Empata esta Feria con el XXXIX Festival Internacional de Teatro, toda una institución cultural de la ciudad y en la que sus organizadores hacen tareas titánicas para traer montajes entretenidos y relevantes. Un evento costoso y en el que deben luchar contra la mendicidad de boletas, porque pa’ chichipatos los manizaleños. Todo lo queremos gratis y siempre buscamos la boletica regalada. Que lo diga Pamela Jaramillo, directora ejecutiva del Festival, que baraja la oferta de abonos como crupier de casino para hacerla atractiva y asequible a todos. Aún así no falta el hippie trasnochado o la amiga de la amiga de la señora pelimorada del club que van a rasparle olla para la obra inaugural.
Estos eventos, sin embargo, tienen una dura competencia con esa mini Feria de Manizales en la que se ha convertido el aniversario de fundación de Manizales. Este año son 168 años y, una vez más, la Alcaldía quiere botar la casa por la ventana. Una actividad para la que sí hay recursos.
El gerente del ICTM (lo pueden escuchar en www.ivoox.com/21111836) anunció luces, misas, desfiles, conciertos, corridas de toros, shows en el Teatro Los Fundadores… ¡y gratis! Además, el alcalde José Octavio Cardona León decretó la tarde del viernes 13 de octubre como cívica, para que la gente salga a la calle.
No dar recursos a la Feria del Libro y competirle al Festival de Teatro con eventos gratuitos y populares días después, es un método poco sutil -y hasta discriminatorio- de la Alcaldía para echarse el pueblo al bolsillo. Lo ideal sería que se repartiera lo mucho o poco que hay, porque al fin y al cabo todo eso son expresiones populares de nuestra cultura.
Pero de lo popular se pasa al populismo y el alcalde Cardona sabe de eso. Desfila con las mascotas (porque genera empatía), se une a los cristianos (porque da votos) y arma una gran fiesta aparte de las otras actividades culturales para marcar diferencia de lo que es suyo. Solo le falta la corte de sobachaquetas para que le aplaudan sus apariciones.
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