Leí hace poco Kaputt, una novela escrita por el italiano Curzio Malaparte entre 1941 y 1943, cuando aún no era claro el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. El libro me deslumbró, pero no lo traigo a colación por sus cualidades literarias sino por una frase: “El lenguaje tiene una gran importancia no solo para los escritores, sino también para los pueblos y los Estados. Las guerras, en cierto sentido, son errores de sintaxis”.
El ahora candidato presidencial Humberto de la Calle Lombana dijo algo en ese sentido al concluir su papel como jefe del equipo negociador del gobierno colombiano con las Farc. Señaló que Colombia tendrá que reescribir su relato de nación, es decir su historia, para tratar de construir un discurso más incluyente, con otras voces y versiones. Ya se sabe que la historia oficial usualmente la escriben los vencedores.
El lenguaje crea realidades. A partir del poder de la palabra se construyen las relaciones personales pero también las relaciones entre la sociedad. Por eso es tan nocivo cuando ciertos discursos se vuelven invisibles o no logran emerger y comunicarse. Una forma fuerte de violencia, y que además genera otras violencias, consiste en cercenar la palabra.
Dicho así, en abstracto, es posible que nadie se considere a sí mismo como un censor. Pero basta escuchar la lista de temas que muchas personas piensan que no deberían circular por los medios de comunicación para constatar que todavía grandes sectores de la población sueñan con una sociedad en la que solo se hable de ciertos temas y se veten otros.
En una sociedad hiperconectada, en la que cada persona tiene Whatsapp, Twitter, Facebook o correo electrónico, me llama la atención que exista tanta conciencia sobre lo que deben y no deben hacer los medios pero tan poca reflexión sobre la calidad de los contenidos que cada cual pone en circulación ante su pequeña o gran audiencia. Hablo de los comentarios y memes sexistas, machistas, homófobos, nacionalistas y racistas que se escudan bajo el humor ramplón; de las noticias falsas con clara intención política, o de los mensajes religiosos enviados a quienes no creen en dioses, que pueden ser tan agresivos como si un ateo bombardeara a un creyente con audios, frases y fotos, para intentar convencerlo de la inexistencia de dios.
El respeto por el otro se construye desde el lenguaje. Con el lenguaje se debate, se plantean argumentos, se tienden puentes, se ventilan desacuerdos, se oxigenan los conflictos. Pero con el lenguaje también se crean fracturas, se invita a retos o duelos, se arman guerras que nacen por errores de sintaxis. Y esto, en un país con tantas historias de violencia como el nuestro, no es un asunto menor.
Sobre estos temas tuve la oportunidad de conversar el viernes en el foro Cultura, sociedad y palabra, que se realizó en el bello Teatro Cuesta de Riosucio en el marco del XXXIII Encuentro de la palabra, un evento quijotesco que desde hace 33 años convoca a artistas, académicos y personas de distintas disciplinas para reflexionar sobre el valor de la palabra en distintos contextos, y que este año se promovió con el lema: Tengo La Palabra, o mejor #TengoLaPalabra, para estar a tono con el lenguaje digital.
Riosucio fue escenario de violencias de todo tipo. Allí hubo grupos guerrilleros, ataques a la población civil, muertos, secuestrados, desaparecidos, amenazas contra líderes sociales. Al mismo tiempo ha sido la cuna de intelectuales, pensadores, escritores y gentes que encuentran allí un ambiente propicio para la lúdica y el pensamiento y para generar espacios de cultura como resistencia a la barbarie. Este año el encuentro fue organizado por muchachos muy jóvenes, que tomaron la posta de sus mayores y asumieron el reto quijotesco de llevar gente de todo el país a palabrear en Riosucio. Sufrieron las rabias por invitados que cancelaron a última hora sin razón y las angustias propias de la logística de un evento grande que se arma con poca plata. Para ellos mi felicitación: este país necesita conversar más así sea para estar en desacuerdo. Que las diferencias se ventilen con palabras y no con balas es ya una enorme ganancia.
Pie de página: Felicitaciones al editor de noticias de LA PATRIA Fernando Alonso Ramírez por sus 25 años en el periódico. Gran maestro.
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