Se va diciembre como el último suspiro de un año que para muchos fue bueno y para otros no tanto.
Se va cabalgando en el silencio del tiempo, sin decir adiós y sin saber de donde vino, ni para dónde va Las luces de navidad, empiezan a encenderse en los balcones de las edificaciones y los árboles artificiales anuncian que la alegría empieza a asomarse para que la recibamos con regocijo porque se acerca la navidad.
El pesebre, se construye de acuerdo con el fervor individual y familiar y las creencias arraigadas como legado de un pueblo que tiene raíces religiosas representadas en iconos y en símbolos de la cultura occidental.
Llueven los regalos y el comercio se reactiva dando empleo temporal a muchos desocupados. Los niños, en su inocencia sembrada por sus mayores, abren su apetito pidiéndole al niño Dios unos y otros regalos, porque ÈL es rico y todo lo tiene. Piden esta vida y la otra y los papás tratando de complacerlos, venden hasta las cobijas para cumplirles, para que el niño Dios no vaya a quedar mal y los niños sigan en su ingenua inocencia, para que sueñen y continúen soñando.
Las amistades se reactivan y la mejor forma de recompensarla, es con detalles que generalmente son costosos, porque las amistades son sagradas y vale la pena conservarlas. Como es época de vacaciones para los privilegiados que trabajan con el Estado, entonces qué mejor que esta época para salir a pasear, a conocer, a divertirse. Si no tienen dinero, se endeudan, pero que resulta, resulta. Los equipos de sonido son reemplazados por unos nuevos o a los más usados, les toca trabajar doble.
La música de navidad, que no es más que una sarta de vulgaridades de mal gusto, con mínimas excepciones, se “tongonea” con aire de aristócrata preferencialmente en los sectores populares animando y gozándose la parranda , porque estamos en navidad. Los polvoreros, así los llamamos desde que me conozco, también le prenden velas a la navidad para que haya muchas ventas. Los consumidores de pólvora por gusto o por ignorancia, desconocen el mal que le hacen al medio ambiente y a la salud con los ruidos y los tóxicos, pero por encima está el disfrute como dando paso a la razón de la irracionalidad.
El baile, el jolgorio y la francachela son amigos inseparables de la navidad. El licor es milagroso, enseña a bailar, “a tirar paso”, dicen otros. La natilla y los buñuelos, son los más populares. Se comparten, se reparten y se departen. Son los personajes más carismáticos, los más aceptados, los más entradores, los menos tímidos. Las novenas al niño Dios, siempre están acompañadas de villancicos pegajosos convirtiéndose en patrimonio cultural de los infantes.
Desde luego, que los adulos tampoco se quedan atrás aprovechando aquello de que “ todos llevamos un niño por dentro”.
De la novena, lo que más les agrada a la mayoría, es aquello de :“ pide por los méritos de mi infancia que nada te será negado”.La frase de moda, “ feliz navidad y próspero año nuevo”, cobra vigencia y vuela de boca en boca casi automáticamente sin que nos detengamos en analizar su contenido como algo que ya es parte de los formalismos de la época.
Los vendedores informales, calientan su bolsillo y es su época para salir, aunque sea temporalmente de sus angustias de todo el año.
Llega el espejismo de la navidad y la audiencia crece, y crece, los almacenes se llenan y los taxistas hacen su diciembre, pareciera que cayera una lluvia de billetes ya que se aprecia un bienestar colectivo.
La ciudad, tan tranquila y tan familiar, se vuelve congestionada, los vehículos no caben y la gente vive un delirio colectivo, la fruición es contagiosa, porque llegó la navidad.
La navidad debería ser todo el año, para que las luces de nuestro interior se prendieran en enero y con ellas naciera la solidaridad, la justicia, la convivencia, la tolerancia y todos los componentes humanos que unidos conforman el bello cuerpo de la PAZ.
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