Hay un ser universal que nació preñado de amor y sus hijos son los frutos de la nobleza de sus castos sentimientos.
Hay un ser universal que trasciende, que remonta las alturas de la dignidad, cabalgando sobre la grandeza de su esencia de ser MADRE.
Hay un ser que tiene un corazón para amar sin límites y un cerebro para pensar con la absoluta sencillez de una MADRE que todo lo sabe.
Hay un ser que llena todos los espacios con su bondad de MADRE, inundando de vida hasta los más recónditos resquicios de la naturaleza humana.
Hay un ser mágico que todo lo puede porque nació con su poder de MADRE para inundar de encantos el mundo del dolor.
Hay un ser tan prodigioso que llena de felicidad los espacios más áridos convirtiéndolos en fértiles praderas donde crece ferazmente la alegría desbordante de vivir.
Hay un ser que nace con la aurora para saludar con el rosario entre sus manos el día que nace, bendiciendo con sus dulces manos el nuevo amanecer.
Hay un ser que nació de los espacios extracósmicos para ser MADRE, con aureola de mujer y ser reina indestronable del género humano.
Hay un ser que nació y muere graduada de MADRE, porque ser MADRE, es un título que se otorga y se merece y que sólo puede cumplirlo quien en esencia tiene naturaleza y esencia para ser MADRE.
Eres ¡ oh, madre¡ espléndido rocío,
en el sórdido desierto de mi alma
eres gota de agua en el rocío
mi refugio, mi paz y dulce calma.
Eres mi amor, mi todo y mi tesoro,
mi alegría, mí ayer y hasta mi hoy
a ti te cantan los ángeles en coro `
porque ahí, entre los ángeles, yo estoy.
Bebo con embeleso tus encantos,
que natura te dio como regalo
a tu lado seremos como santos
saturados de amor por tu belleza,
te acompaña por siempre un fértil halo
como semilla de púrpura grandeza.
LA MADRE
Es la alegría afectiva de la casa,
entregando su amor y su dulzura
su amor y su largueza nunca pasa
porque vive en un mundo de ternura.
Y después, cuando nace su retoño,
su cuerpo queda preñado de cariño
se ilumina su interior como en otoño
nadando en su inocencia como niño.
Y, toda la vida, la vive siempre en vela
con la luz prendida por si acaso,
en las noches oscuras siempre cela
como guardián cuidando su tesoro
y, al final, llegando ya al ocaso,
sigue siendo valiosa, como el oro.
Elceario de J. Arias Aristizàbal
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