MIGUEL ANDRÉ GARRIDO A.
COLPRENSA | LA PATRIA | BOGOTÁ
A las 4:10 de la tarde, 20 minutos antes de lo previsto, el Pastor Uno, el Airbus A330 blanco de la compañía aérea Alitalia que trajo a Colombia al máximo jerarca de la Iglesia católica, llegó a Bogotá. Carreteó por la pista norte del aeropuerto El Dorado con las banderas del Vaticano y de Colombia asomadas por las ventanillas de la aeronave, el anuncio de que la espera del arribo del papa al país había llegado a su fin.
Mientras tanto, el presidente, Juan Manuel Santos; su esposa, María Clemencia Rodríguez; el nuncio apostólico, Ettore Balestrero, y mil personas invitadas, aguardaban con emoción y nerviosismo el asomo de Francisco, quien llegó para un periplo que lo llevará por cuatro ciudades dando un mensaje de reconciliación a los colombianos.
Poco tiempo después, el rostro blanco, igual que su vestimenta, asomó por la puerta y casi de inmediato descendió las escaleras rojas. Para sorpresa de muchos, lo hizo a un ritmo constante, rápido y con vigor, teniendo en cuenta las 11 horas de vuelo desde Roma y los 80 años del pontífice. Eran entonces las 4:36 de la tarde de un miércoles que quedará guardado en la memoria de millones de colombianos, que acudieron a la televisión y a las mismas calles para ver la llegada del sumo pontífice.
Y así, sin fatiga, el obispo de Roma se encontró con el primer mandatario. El presidente y su esposa fueron los primeros en estrechar la mano del papa, y enseguida el nuncio apostólico.
Entre las imágenes más emotivas al inicio de esta visita, sin lugar a dudas, fue precisamente el momento en que Emmanuel, el hijo de la representante a la Cámara por el Partido Liberal Clara Rojas, quien nació en medio del secuestro de su madre a manos de la guerrilla de las Farc, le entregó al papa una paloma de la paz, con ilustraciones de orquídeas, la flor nacional. Emmanuel, quien había permanecido lejos de cualquier exposición mediática, tiene 13 años y es símbolo de la tragedia del secuestro, pero también de paz, la misma que desde siempre ha dicho Francisco viene a impulsar para lograr el reencuentro y la reconciliación entre los colombianos.
Despacio, con su blanco impecable, Francisco acompañó a Santos, quien estuvo a su diestra; al otro costado, caminó la primera dama; y al lado, los integrantes de la Gendarmería del Vaticano, siempre custodiando al sucesor de Pedro. De inmediato, y como lo rezan los evangelios, los niños, vestidos de blanco, acudieron a saludarlo, quien en ningún momento ocultó una sonrisa amable y bondadosa.
Las banderas del Vaticano y de Colombia enmarcaron la imagen que permitió dar paso a los saludos de las comitivas y a los integrantes del alto Gobierno. El blanco predominó en la escena que concentró la atención de millones de personas. Allí, un grupo de jóvenes danzaron Yo me llamo cumbia, una manera de enfatizar en el nombre del país que recibió al papa con multitudes desbordadas en sus calles.
A las 4:40 de la tarde, Francisco abordó por primera vez uno de los tres papamóviles fabricados para su visita, un momento esperado por los fieles que desde temprano lo aguardaban con fervor sobre la Avenida El Dorado, para saludarlo con banderas e imágenes, un recorrido que en algunos instantes tuvo dosis de tensión por la seguridad y el ritmo al que avanzaba la caravana.
Una vez cruzó la Avenida Boyacá, se dio el primer cambio en el protocolo. El papa solicitó que el vehículo fuera llevado cerca de las personas. Al lado, por uno de los carriles despejados para la seguridad del papa y de los creyentes, cientos de bicicletas acompañaban el recorrido.
Cerca de la Universidad Nacional, sobre las 5:35 de la tarde, la emoción pudo más y desbordó las líneas de seguridad para frenar el recorrido del vehículo. Y aunque los nervios fueron evidentes entre quienes custodiaban al Santo Padre, y la Gendarmería debió interponerse entre los fieles y el vehículo que por momentos estuvo detenido, finalmente todo se desarrolló con tranquilidad y algunas personas aprovecharon para acercarse y entregar flores blancas que Francisco no dudó en recibir. Cantos y plegarias a voz en cuello recibieron con alegría la visita ilustre.
Minutos después, el vehículo debió retornar a la calzada destinada para Transmilenio, cerrada desde la 1:00 de la tarde. Solo así pudo retomar el ritmo para avanzar hasta la carrera 19 y de inmediato girar al norte hacia la Nunciatura Apostólica, donde varios grupos musicales y coros saludaban al sucesor de Pedro.
Allí, al mismo lugar donde se han hospedado sus dos antecesores que han visitado Colombia, Pablo VI en 1968 y Juan Pablo II en 1986, Francisco llegó una hora después de haber pisado suelo bogotano. A las 5:55 de la tarde, en medio de música y cantos, el Sumo Pontífice –siempre sonriente y sin asomo de agotamiento en su rostro– descendió la escalera del papamóvil y saludó de mano a los soldados del Batallón Guardia Presidencial, que custodiaban la entrada de la Nunciatura.
“Muchas gracias por el esfuerzo hecho, eso se llama heroísmo… sigan adelante”, dijo un Francisco vigoroso desde la puerta de la sede diplomática del Vaticano, donde se vivió una fiesta completa. “No se dejen engañar, no pierdan la esperanza, no pierdan la alegría, sigan así”.
Un Padre Nuestro, rezado al unísono por los asistentes, remató este momento histórico para la vida nacional y marcó la fe de miles de creyentes y curiosos.
Según estimativos de las autoridades, el recorrido que realizó ayer el sumo pontífice en el papamóvil estuvo acompañado por al menos unas 900 mil personas que se apostaron entre Catam y la sede de la Nunciatura Apostólica, en Bogotá.
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