Tatiana Guerrero
LA PATRIA | MANIZALES
Así Luis Alfonso Giraldo, dueño de la tienda Abarrotes Giraldo, se ubique en la mitad, en el extremo izquierdo o derecho de la vieja vitrina de su negocio, no dejará de divisar el mismo panorama que contempla desde hace 50 años: Una pintoresca edificación que se erige en la esquina de la carrera 17 con calle 25, que hoy luce amarilla.
Su aspecto confundiría, sino es por el gran letrero que cuelga en su fachada, el cual indica que allí funciona la ferretería Tubos y Perfiles. De lo contrario, se podría aseverar que es una iglesia, como algunos lo sospechan.
La construcción queda cerca de la Galería de Manizales, a dos cuadras del parque San José. Como La Milagrosa, aún la recuerdan. Para la década de los 30 del siglo pasado, en tiempos de indigencia y miseria de aquella cuadra, sucedían épocas más caritativas y altruistas.
La misma edificación, pero con una fachada blanca con azul, ostentaba en su punta el nombre La Medalla Milagrosa. Dos pisos se levantaban y prestaban techo a las hermanas vicentinas que cuidaban a 100 ancianos que se albergaban allí.
Con capilla
No solo funcionaba como residencia para los más viejos. Algunos domingos se abrían las puertas a la comunidad para celebrar la eucaristía en una capilla privada que se ubicaba en el primer piso y que estaba contigua a la cocina del asilo.
Según los relatos de Marlene Sánchez, presidenta de las Damas Voluntarias Vicentinas, quienes cumplieron 108 años de fundación en Manizales y son propietarias del lugar, todos los días un cura realizaba la misa para bendecir a los inquilinos que recibían la caridad de aquellas mujeres.
El ancianato comenzó a funcionar gracias a la contribución de ciudadanos prestantes. Y cerró sus puertas en 1975. 90 ancianos, de los cuales cuatro permanecen vivos, fueron trasladados al hospital geriátrico San Isidro, el primer centro de atención para la tercera edad en el país y que fue construido donde funcionaba la capilla del antiguo hospital municipal.
Los abuelos no fueron los únicos que emigraron del sitio, Sánchez contó que los ornamentos, las bancas y una virgen de mármol traída de Italia fueron reubicadas en la parroquia La Medalla Milagrosa, en el barrio Malhabar, la cual fue financiada por las Damas Vicentinas.
Un supermercado
Una vez clausurado el asilo, las damas tuvieron que dirimir los gastos de los abuelos, por esa razón la propiedad se alquiló a varios propietarios de negocios comerciales.
Alfonso hace una pausa, de esas que se hacen cuando los recuerdos se nublan por el tiempo, se lleva su mano a la cabeza e inmediatamente recuerda el nombre del dueño del negocio que empezó a funcionar después de la partida de los ancianos.
“Se llamaba Alberto Rincón, un hombre pudiente que tenía unos almacenes de ropa en la calle 19. Él junto con otro socio decidieron montar un supermercado que también se llamó La Milagrosa”.
Quienes alguna vez fueron a mercar a ese lugar, sabrán que en el primer piso se ubicaba la sección de carnes, una frutería y un parqueadero.
Actualmente lo que congrega al público los días entre semana e incluyendo los sábados, son las puertas abiertas de la ferretería Tubos y Perfiles, la cual precedió a la ferretería Suma, que duró cerca de cuatro años .
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