El humo se eleva por encima de los edificios en Jartum, Sudán. Se registraron disparos y explosiones, después de estallar una lucha de poder entre el ejército liderado por el general en jefe Abdel Fattah al-Burhan y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido, dirigidas por el general Mohamed Hamdan Dagalo.

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El humo se eleva por encima de los edificios en Jartum, Sudán. Se registraron disparos y explosiones, después de estallar una lucha de poder entre el ejército liderado por el general en jefe Abdel Fattah al-Burhan y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido, dirigidas por el general Mohamed Hamdan Dagalo.

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EFE | LAPATRIA | Jartum

Zeinab, una madre sudanesa con cuatro hijos, lleva más de treinta horas sin dormir por el sonido de las explosiones y de los disparos que retumban en su barrio desde la mañana del sábado, cuando comenzaron los enfrentamientos entre el Ejército y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (Far).

Su vida y la de sus hijos son su mayor prioridad, y eso le impide tumbarse a descansar. El miedo a que un proyectil les caiga encima de la cabeza de uno de sus niños puede con ella. "Desde el inicio de los combates no he podido dormir", dijo, visiblemente agotada y molesta de que los militares de su país no den un respiro a la población, que malvive desde hace décadas, debido a los conflictos y disturbios que azotan a Sudán periódicamente, sin descanso.

Fuego cruzado

Esta ama de casa vive sola con sus cuatro hijos en el barrio de Al Azhari, en el sur de Jartum. Su casa está peligrosamente cerca de la base militar de Soba, donde se produjeron los primeros combates entre las Fuerzas Armadas y las Far, y que fue bombardeada por la aviación. Hasta el momento, ella y sus hijos han resultado ilesos, pero no todos los residentes de Al Azhari han corrido la misma suerte.

El vecino de Zeinab perdió a su hija, una estudiante de secundaria, cuando un proyectil penetró la pared de su habitación durante los combates. Su padre corrió para llegar al hospital lo más rápido posible, pero era demasiado tarde.

Al temor y al insomnio se añade el corte de todos los servicios básicos en las viviendas del arrabal, que los bombardeos han dejado sin electricidad ni agua potable. Sus habitantes ni siquiera son capaces de comunicarse con sus familiares dentro de la misma ciudad porque la batería de sus teléfonos se agotó y salir a la calle es demasiado arriesgado.

Las altas temperaturas -que ayer alcanzaron los 39 grados centígrados- acabaron de transformar la capital en un infierno.

Una guerra en ayunas

El estallido de los combates han tenido lugar en los últimos días del mes sagrado de ramadán, cuando los musulmanes tienen prohibido beber y comer durante las horas diurnas.

Ir por algo de agua o bebida cuando cae el sol es cada vez una opción menos factible. Sin embargo, el hijo mayor de Zeinab, de 22 años, se aventuró a ir en busca de agua a un lugar remoto para romper el ayuno, puesto que los motores del agua han dejado de funcionar por los cortes eléctricos, una travesía que vivió con el miedo de no poder regresar a casa.

"La gente está harta de sufrimiento y de penurias, de las pésimas condiciones de vida. Los precios son muy altos, no hay seguridad y ningún gobierno se preocupa por la gente", solloza Zeinab, desesperada.

Muerte y destrucción

Desde la zona de Karari, en la ciudad vecina de la capital de Omdurman, Abd al Azim relató que también presenció horrores, puesto que su casa también se encuentra muy cerca de una de las bases de la guerrilla. Asegura que no tuvo acceso a comida durante el sábado, hasta que las Fuerzas Armadas bombardearon la base de Karari de las Far y los residentes del barrio pudieron salir en busca de víveres esta mañana.

Él y su familia tenían poco tiempo para pensar qué hacer, pero finalmente decidieron abandonar su apartamento en el tercer piso y trasladarse a un inmueble, donde es menos probable que caiga un proyectil y es más fácil resguardarse de las balas.

Desde su ventana, ha visto en las últimas horas un teatro de horrores. Ríos de sangre, gritos y "decenas de muertos" del Ejército y de los paramilitares, unas escenas que califica de "inquietantes".

Al igual que el resto de los sudaneses, Abd al Azim tacha de irresponsables a los bandos enfrentados, que ponen en peligro la vida de los ciudadanos para librar una guerra absurda.

La cifra

Al cierre de esta edición, los enfrentamientos habían dejado cerca de 56 civiles muertos y 600 heridos en todo el país. El personal médico sobre el terreno estima que el número de víctimas podría ser mucho mayor debido a la imposibilidad de los equipos de emergencia de acceder a ciertas zonas. Tampoco incluyen las víctimas en la conflictiva región occidental de Darfur, donde hay intensos combates en Al Fasher y Nyala, así como en Al Obeid, en el estado de Kordofán del Norte.

Tregua humanitaria

Ayer el jefe del Ejército de Sudán, Abdelfatah al Burhan, y el comandante del grupo paramilitar, Mohamed Hamdan Dagalo, aceptaron una pausa temporal de los combates de tres horas a propuesta de Naciones Unidas para abrir corredores humanitarios. La misión de la ONU en Sudán anunció en Twitter que ambos uniformados han aceptado la propuesta del líder de la representación de Naciones Unidas en el país africano, Volker Perthes.

Perthes reconoció los esfuerzos de Al Burhan y Dagalo para alcanzar este acuerdo, pero los responsabilizó a ellos y a sus fuerzas de cumplir con este compromiso, según la nota. Esta pausa de los combates tiene lugar a falta de unas pocas horas de que los musulmanes sudaneses rompan el ayuno obligatorio del mes sagrado de ramadán, que los habitantes están cumpliendo a rajatabla a pesar de los enfrentamientos y la violencia.

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