Su zapatería deja huella en Aranzazu

FREDDY ARANGO

LA PATRIA | MANIZALES
Tal vez don Jaime no sea el único zapatero del pueblo, pero sí se puede decir que es el más conocido en Aranzazu. El trabajo que heredó de su padre y los años, marcaron su piel, no solo con arrugas y cicatrices, sino con la experiencia que le permite dejar como nuevo el desgastado calzado de su tradicional clientela.
Su negocio parece un pequeño museo, donde habita gran parte de su vida.
Las paredes están decoradas con imágenes de santos, que se pierden entre motos, soldados, carros, medallas, almanaques y hasta las casas de pesebres que quedaron de otros diciembres cuando las hacía para vender.
Como buen guarnecedor, reconoce que la máquina, que aún perdura, es su compañera. Aunque agrega, que la que no le puede faltar, sin importar la advocación que sea, es la imagen de la virgen María. "Tengo un altar de vírgenes que me las han regalado, ellas son las que me cuidan".