A salvo el grado de inversión

La reforma tributaria estructural que prometió el Gobierno terminó siendo una más. Cumple con el objetivo de recaudar recursos para el Presupuesto Nacional (unos $6,1 billones en el 2017), pero no logra que el esquema tributario tenga un mayor orden y más equilibrio para todos los sectores. De todos modos, en los 367 artículos aprobados en el Congreso se establecen cambios que afectarán los bolsillos de los colombianos, en general. Solo queda pendiente la conciliación para la próxima semana, y vendrá luego la sanción presidencial para que el nuevo esquema tributario arranque en el 2017.

El Impuesto al Valor Agregado (IVA) pasa del 16% al 19% para todos los productos consumidos por los colombianos, menos para los esenciales de la canasta familiar como útiles escolares, alimentos, medicamentos y transporte. Para el Gobierno no fue fácil pasar una decisión como esta, al punto de que el jueves casi todos los ministros del gabinete tuvieron que hacer lobby en el Senado para consolidar el apoyo.

Habrá que ver la practicidad y beneficios del monotributo para establecimientos de menos de 50 metros cuadrados, tan criticado por el gremio de comerciantes. Si bien es conveniente que haya formalización y legalización de toda clase de negocios, como las tiendas de barrio, no será fácil que se asuma la cultura de tributar sobre reglas contables que en muchos casos son precarias. Debe empezarse un trabajo de pedagogía y acompañamiento, y ayudarlos a que la carga impositiva no afecten su importante participación en la economía.

Una muestra de que la reforma estructural se quedó a mitad de camino es que se mantiene el 4x1000 como gravamen a las transacciones financieras. Este impuesto, calificado como antitécnico, sobre todo porque no ayuda a la bancarización en el país, le sirve al Ejecutivo para cuadrar caja y tener recursos para la inversión. Tampoco es bien visto que el internet para los hogares de estratos 4, 5 y 6 tenga IVA, igual que los equipos informáticos de más de un millón y medio de pesos.

Ahora bien, es interesante que para la cultura y el deporte se haya generado un impuesto ligado a la telefonía celular. Ojalá que eso sirva para impulsar una política de mejora de escenarios deportivos, así como mantener el avance de nuestros deportistas de alto rendimiento, de tal manera que nos convirtamos en una nueva potencia en América. En cultura también hay grandes necesidades y mucho por hacer. Son convenientes, así mismo, los incentivos al ahorro de largo plazo y a la construcción; el primero no es muy habitual en el país y la segunda es gran generadora de empleo.

También es llamativo, especialmente en regiones como la nuestra, que haya exención del impuesto de renta por 20 años para quienes construyan hoteles en municipios de menos de 200 mil habitantes. Igual beneficio, pero por 10 años, se tendrá para quienes creen empresas en zonas afectadas por el conflicto armado. En Caldas hay varias regiones en las que esto puede ser aprovechado. Así mismo, el hecho de que se hayan mantenido los beneficios para las zonas francas tal vez permita salvar la Zona Franca Andina, y sacarla adelante.

Otros pasos importantes es que se les haya alivianado la carga a las empresas bajando el Imporrenta en forma gradual, que se graven ahora los dividendos de las personas naturales y que se establezcan castigos de prisión entre 4 y 9 años para quienes evadan impuestos. Hacia el futuro esto deberá perfeccionarse y la Fiscalía también tendrá que prepararse. Lo más destacado de esta reforma, sin embargo, es que Colombia podrá mantener el grado de inversión de las calificadoras de riesgo, con lo que las posibilidades de recuperar la economía están claras.

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Lo que hay que exigirle al Gobierno es que sea más eficiente en el gasto, y que en la aplicación de subsidios revise algunos programas que desestimulan, por ejemplo, la búsqueda de trabajo, y usar esos dineros en aquellas ayudas que se reflejen en una salida efectiva de la pobreza de miles de familias.