La administración del alcalde Jorge Eduardo Rojas Giraldo gastó cerca de tres años y medio discutiendo la revisión al Plan de Ordenamiento Territorial (POT) en numerosos espacios, en los cuales participaron representantes y voceros de los distintos sectores de la ciudad, además de expertos en este tipo de procesos que alimentaron las discusiones con conceptos académicos y aportes de fondo. Incluso estuvieron muy activos muchos de los mismos concejales que el pasado 24 de diciembre terminaron hundiendo el proyecto de Acuerdo, sin que se hayan dado argumentos de peso para defender dicha determinación.
Si bien es cierto que la administración Rojas tardó mucho en presentar el proyecto del nuevo POT al Concejo, y los tiempos de discusión eran estrechos, también lo es que si hubiese existido voluntad y ánimo constructivo de los concejales, bien se hubiese podido dar una discusión adecuada antes de aprobar un documento que merecía cuando menos una discusión seria.
Además del tiempo y los recursos invertidos por el gobierno que está a punto de terminar vendrán ahora las deliberaciones en el interior de la administración del nuevo alcalde José Octavio Cardona, así como seguramente nuevos procesos de socialización y demás, para regresar después al Concejo en busca de aprobación. Lo más seguro, tristemente, es que al final quedará la sensación de que se perdió tiempo valioso mientras se frenaba el desarrollo de la ciudad, debido a planteamientos que se quedaron enredados en una visión meramente política, alejada de criterios técnicos sustantivos.
El temor es que ahora se quiera arrancar un proceso desde ceros, lo que podría dilatar de manera exagerada la posibilidad de tener un nuevo POT que ayude a que la ciudad siga avanzando en su crecimiento, y guardando equilibrios con lo ambiental y lo social. Hay que tener en cuenta que en un asunto como este no es posible darles gusto a todos, sino que debe ser un proyecto coherente que apunte al bienestar general en el largo plazo. Nadie puede pretender tampoco que se le pueda considerar la panacea, por lo que es clave la conciliación de intereses, lo cual ya se había dado en la iniciativa que se cayó.
Es entendible el malestar de los gremios económicos y de voceros de la comunidad, debido a que no se puede negar que hubo una discusión larga y profunda entre líderes cívicos y conocedores del tema, por largos meses, y que en el Concejo no se hicieron los esfuerzos necesarios por sacar adelante la vital iniciativa. Pese a las explicaciones, los ajustes que se hicieron, los argumentos técnicos que se entregaron y las evidentes conveniencias para la ciudad que implicaba su aprobación, a la mayoría de los concejales, 11 en total, les pudieron más otras motivaciones. Algunos de esos concejales seguirán ahora en la corporación edilicia, por lo que será necesario continuar atentos a sus posiciones.
Ante la triste realidad del aplazamiento de una decisión que la ciudad requiere con urgencia, solo nos resta esperar que ahora se introduzcan apenas los ajustes imprescindibles, y que el nuevo POT no se vaya a convertir en una colcha de retazos sin unidad, cortoplacista y sin rigor técnico. De esta importante carta de navegación depende en buena medida el horizonte hacia el cual deberá caminar Manizales, sin importar quién esté al frente del gobierno, por lo que resulta fundamental que no haya nuevas equivocaciones.
Hay que ser conscientes de que estamos en el siglo XXI y que actualmente nos regimos por herramientas de planeación ancladas en el pasado. La modernización de Manizales pasa por cambios importantes en su visión de crecimiento, elemento que consideraba de manera seria y suficiente el proyecto de revisión al POT que conoció el Concejo, y el cual tendrá que ser considerado ahora de manera responsable por el nuevo gobierno municipal y el nuevo Concejo Municipal. Esperamos que las actuaciones en ese sentido no se hagan esperar más de lo necesario.
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