Las elecciones de presidente de los Estados Unidos, que comienzan a perfilar a Hillary Clinton como candidata demócrata y a Donald Trump como la carta de los republicanos, empieza a ganar en temperatura, sobre todo por el debate interno que se da en el interior de este último partido, en el que se evidencian rupturas que podrían dejarlo sin el pan y sin el queso. Como están las cosas, el único que podría arrebatarle al exitoso magnate la nominación republicana es el ultraconservador Ted Cruz, quien obtuvo triunfos importantes el pasado sábado en Maine y Kansas.
Lo cierto es que en el “supermartes” del 2 de marzo, Trump dio un salto que parece dejarlo sin rivales, pese a la oposición del llamado “establishment” que conforman los líderes de su partido, encabezados por el excandidato presidencial Mitt Romney, quienes lo califican de fraude. La cúpula republicana teme que la candidatura de Trump termine hundiendo la posibilidad de regresar a la Casa Blanca o de mantener las mayorías en el Legislativo, pero lo peor es que las bases no les están siguiendo las orientaciones a “establishment”, lo que podría significar un profundo vuelco en la política estadounidense.
Trump es acusado por los líderes de su propio partido de un falso conservadurismo, una retórica virulenta inconveniente y un discurso cambiante que se acomoda a las necesidades del momento. Lo claro es que su populismo frente a los blancos con baja educación, quienes han sufrido cambios importantes durante las últimas décadas y que no han visto con buenos ojos que un afroamericano haya llegado a la Casa Blanca, le está dando frutos importantes. Sus controvertidas posiciones frente a los inmigrantes y acerca de la política externa le aseguran seguidores muy comprometidos y fieles. Además, muchos republicanos ven con temor que alguien como Cruz, quien parece hacer más caso a la Biblia que a la Constitución, pueda ser el próximo presidente.
De todos modos, la competencia está abierta, y solo el 15 de marzo podría definirse la nominación de los candidatos oficiales de ambos partidos. De hecho, el propio senador Marco Rubio (del Tea Party, el ala más extrema del partido), podría dar una sorpresa, al tener la posibilidad de ganar en la Florida, su estado, y así los republicanos tendrían que esperar a hasta julio para la nominación oficial. Si la obtiene Trump será contra viento y marea, tanto así que los más importantes empresarios, que podría decirse que son de la misma clase del magnate candidato, no están de acuerdo con brindarle su respaldo. Temen que con él pueda venir una guerra comercial con China, que les aumente los impuestos a los más ricos, que se rompan las relaciones con el Congreso o hasta que intervenga la política monetaria.
Por eso, en caso de ser Trump el nominado por los republicanos, gran parte de los votantes de ese partido estarían dispuestos a acompañar a la demócrata Clinton, en quien paradójicamente confiarían más, por entender que hay que respetar tratados de libre comercio, tener prudencia frente a lo que ocurra en Wall Street y porque daría continuidad a la política financiera de Obama, que ha permitido la recuperación de la economía. Si eso pasara, los republicanos estarían en su peor crisis en mucho tiempo, y muy pronto comenzaría su retroceso en el Legislativo y las posibilidades de unión se escaparían. Lo real es que Trump, quien se atreve a citar a Mussolini en sus discursos, es considerado hoy por muchos “el hombre más peligroso del mundo”, como tituló el semanario alemán Der Spiegel.
Ante esta realidad, toma más fuerza la posibilidad de que otro millonario salte a la tribuna en busca de la Presidencia. El exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg analiza su opción como independiente, buscando evitar que los intereses de Wall Street se pongan en riesgo. Aprovechando que, según encuestas, dos de tres norteamericanos dice ser independiente, Bloomberg podría poner en jaque a los dos partidos tradicionales. Su ventaja es que no tendría que entrar al juego de las primarias que sí deben seguir demócratas y republicanos, y podría ser candidato directo. Su desventaja es que nunca un independiente ha llegado al Salón Oval. De lo que nadie duda es que las semanas que vienen serán intensas, de cara a las elecciones de noviembre de las que saldrá el sucesor de Obama.
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