Nuevamente el peso colombiano está tomando una tendencia revaluacionista frente al dólar, lo que con razón tiene preocupados a los industriales, y muy particularmente a quienes tienen en los mercados externos y las exportaciones una porción importante de sus ingresos. En los últimos días el dólar se cotizó muy cerca de la barrera de los 1.900 pesos, incluso con transacciones por debajo de ese valor, con lo que parece consolidarse una propensión que puede permanecer durante lo que queda de este año.
Por otra parte, los datos de inflación del mes de abril pasado, que dio a conocer hace poco el DANE, también indican una inclinación creciente, que aunque sigue siendo baja, empieza a preocupar. De hecho, el Banco de la República en su más reciente reunión de junta directiva decretó un aumento de 25 puntos básicos en las tasas de interés de referencia que manejan, con lo que queda claro que quieren empezar a desestimular un poco el consumo y con ello controlar mejor el aumento en los precios.
Los dos fenómenos, inflación y tasa de cambio, son factores que no solo afectan las variables macroeconómicas del país, sino que son las que siente de manera más directa el ciudadano común, pues estas son las que terminan por afectar sus gastos diarios y con ello su capacidad de compras y de inversión. La inflación, la más gravosa, tiene además la particularidad de que a quienes perjudica de manera más negativa es a los más pobres, a quienes no tienen bienes raíces que los protejan cuando esta se incrementa.
Las razones por las cuales el peso se está apreciando son varias. La más importante, y de donde se derivan las demás, es el buen comportamiento de la economía colombiana, que mantiene tasas de crecimiento sostenidas y muy por encima del promedio de países latinoamericanos, con baja inflación, desempleo decreciente y estabilidad política -así estemos ad portas de unas elecciones presidenciales-. A partir de ese buen desempeño, surgen hechos como la mejora en la calificación de la deuda colombiana que hizo la firma JP Morgan y que estimuló la entrada de más inversión extranjera, y con ello, según cálculos de la propia JP, 2.800 millones de dólares nuevos de ingresos al país.
El mismo Banco de la República, que ha venido interviniendo el mercado cambiario a través de compras diarias de dólares en el mercado, manifestó su preocupación a través de su gerente José Darío Uribe, pues según sus estimativos a la economía no le conviene la pérdida del equilibrio cambiario, aunque no ha hecho anuncios adicionales de nuevas intervenciones o mayores compras de dólares para intentar detener la revaluación del peso.
Si tenemos en cuenta que el incremento reciente de inflación se origina en una alta proporción por el precio de los alimentos, y a su vez las nuevas condiciones de intercambio comercial luego de la firma de tratados de libre comercio con diferentes países signifique que estamos importando buena parte de lo que consumimos, tenemos que un peso con mayor capacidad de compras en el exterior debe contribuir a que bajen los precios de los alimentos importados, y con ello se controle mejor el índice de inflación, claro a costa de los agricultores locales que tendrán más dificultades para competir.
Para lo que queda del año es probable, según analistas de importantes entidades financieras, que el dólar tienda a seguir bajando, o en el mejor de los casos a mantenerse en los niveles actuales, y el Banco de la República persista en su política de subir las tasas de interés hasta límites del 4,5% (cerca de un punto adicional a la tasa actual), lo que podría también estimular la llegada de más dólares buscando las crecientes rentabilidades de los papeles de inversión colombianos.
Ojalá se pueda encontrar la fórmula para detener la revaluación manteniendo el ritmo de crecimiento de la economía, y al mismo tiempo controlando el aumento de los precios, que es la más importante de las funciones del Banco de la República. Y celebrar, por lo pronto, que los candidatos más opcionados para ganar las próximas elecciones presidenciales son prenda de garantía de un manejo ortodoxo de la economía. Así también parecen entenderlo los mercados.
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