La suerte está echada para los dos candidatos que obtuvieron la mayor votación en las elecciones del pasado domingo, para los electores y para el país entero, que debería fijarse la meta de reducir la vergonzosa tasa de abstención que se cifró en el 60 por ciento. Las definiciones de los candidatos que salieron derrotados, pero al mismo tiempo con un caudal importante de votos, ayudan a aclarar el panorama y permiten tener mayor claridad. Después de la estupenda pléyade de aspirantes de la primera fase electoral, lo responsable, y de acuerdo con las reglas de juego de nuestra democracia, es definirse por los finalistas. Difícilmente se tendrá un candidato con el que se esté de acuerdo al ciento por ciento.
Con las cartas ya jugadas, las decisiones tomadas y a solo dos semanas de las elecciones definitivas es importante que los ciudadanos se informen de las iniciativas que plantean en sus programas de Gobierno Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga y voten por quien interprete mejor su modelo de país. Esto es relevante, pues la atención mediática y de los propios aspirantes se ha centrado en el proceso de paz con las Farc y no es lo único para tener en cuenta, pues se trata de por lo menos cuatro años de un Gobierno que tendrá retos clave en educación, salud, seguridad ciudadana, pensiones, infraestructura, minería y medio ambiente, entre otros.
Nos quejamos mucho como ciudadanos de los gobernantes y de la democracia que tenemos, pero cuando tenemos la oportunidad de decidir e influir pocos lo asumen como una responsabilidad de ida y vuelta, pues el voto, por ejemplo, conlleva la condición de estar bien informado por quien se elige y sus planes y así poder reclamar, pues para eso es esta una democracia participativa y el voto es programático.
En cuanto a Caldas, para esta segunda vuelta resulta paradójico que los congresistas que hasta hace unos meses eran los socios naturales de Zuluaga sean los que se distancien de la primera opción real que tiene el departamento de tener presidente, y algunos, aun en contra de su partido, como el senador Luis Emilio Sierra y la representante a la Cámara Juana Carolina Londoño. Así también resulta con Mauricio Lizcano, Hernán Penagos y Jaime Alonso Zuluaga, quienes son parte ahora de la coalición de Gobierno. Eso sucede, mientras que personajes como el director nacional del Partido Conservador, Ómar Yepes, quien siempre estuvo en la otra orilla, decide apoyarlo, superando las diferencias que siempre los distanció, aunque su hermano, Arturo, prefirió las huestes santistas.
El acuerdo programático planteado por el Partido Conservador a Óscar Iván Zuluaga lo acompañó la solicitud al candidato de moderar su posición en torno al proceso de paz y le diera una oportunidad a los diálogos que adelanta el Gobierno en La Habana. Esto lo criticaron sus detractores, pero efectivamente corresponde al tipo de acuerdos que se esperan. La segunda vuelta pretende definir consensos, en donde había distancias. A su turno, los verdes y el Polo Democrático decidieron no apoyar a un candidato, pero evidentemente tampoco sus votos son endosables, por lo que actúan con la sensatez que obliga la realidad política y entendieron que les corresponde es fortalecer sus agrupaciones para erigirse en protagonistas como opositores o en el lugar que definan en el futuro próximo.
Que lluevan las ideas en estas semanas, que haya espacio para el debate y que se relajen quienes están haciendo de esta campaña un ring de insultos. Es lógico que haya diferencias, de eso se trata la democracia y no se les puede temer, pero tratar de poner en blanco y negro la campaña, reducirla a guerra y paz, no es sano para el país. No podemos quedarnos en las descalificaciones ligeras, en los señalamientos que rayan en lo penal y seguir tan tranquilos. Necesitamos recuperar la dignidad de la política y esto se logra permitiendo que las ideas se confronten y los insultos se acaben.
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