Maruja Vieira

Foto | Archivo | LA PATRIA Maruja Vieira.

Autor

A de Automático

El Automático fue un café de Bogotá, epicentro de las tertulias literarias que en los años 40 organizaban intelectuales como León de Greiff, Jorge Zalamea, Luis Vidales, Hernando Téllez, Juan Lozano y Juan Roca Lemos, entre otros. Intelectuales hombres, se entiende, porque las únicas mujeres que entraban al Automático eran las meseras. Las primeras bienvenidas para conversar de tú a tú con ellos fueron la periodista Emilia Pardo Umaña, la pintora Lucy Tejada, la locutora Cecilia Fonseca de Ibáñez y la escritora Maruja Vieira White, quien fumaba y debatía parejo con los señores, aplicando en el café lo que aprendió en su casa, con papá conservador, mamá liberal y hermano comunista.  

B de Bogotazo

La familia de Maruja Vieira se mudó de Manizales a Bogotá cuando ella tenía nueve años. El 9 de abril de 1948 presenció los incendios y saqueos desatados por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, que recordó en uno de sus textos: “Cuando salí rumbo a mi oficina, sin darme cuenta todavía de la magnitud de lo que iba a suceder, me encontré con una mujer que blandía un machete. Llorosa y desmelenada gritaba por la calle ¡ahora sí que se acabe el mundo! En realidad un mundo se acabó para muchos de nosotros ese día”. Luego del Bogotazo algunos de sus contertulios del Automático empezaron a ser perseguidos y en 1950 Maruja decidió exiliarse en Venezuela  

C de Cuadernícolas 

Los Cuadernícolas fue el nombre con el que el crítico Hernando Téllez bautizó en 1948 a un grupo de jóvenes poetas que daban a conocer sus obras en unos pequeños cuadernos llamados «Cántico», que nacieron en 1944 por iniciativa del manizaleño Jaime Ibáñez. En esos cuadernos salieron los primeros poemas de Aurelio Arturo y de veinteañeros asiduos del Automático como Fernando Charry Lara, Andrés Holguín, Jorge Gaitán Durán, Rogelio Echavarría y Álvaro Mutis. Entre Los Cuadernícolas estuvo Maruja Vieira, quien en 1947 publicó su primer poemario: «Campanario de lluvia»  

D de Silla “D” 

El 6 de mayo de 1996 Maruja Vieira se posesionó como numeraria de la Academia Colombiana de la Lengua y entró a ocupar la silla “D”. En ese momento la Academia solo tenía otras tres mujeres numerarias, entre 29 miembros: Dora Castellanos, Cecilia Hernández de Mendoza y Elisa Mújica. En su rol como académica Maruja Vieira escribió sobre autores como Federico García Lorca, Tomás Carrasquilla, Antonio Machado, José Asunción Silva, los de Piedra y Cielo y la poesía de Carmelina Soto y Emilia Ayarza, entre otros temas. En sus ensayos se destaca su interés por la precisión de datos biográficos y bibliográficos, y por sustentar sus valoraciones críticas con evidencias textuales de las obras citadas. Es común que su prosa se intercale con versos del autor que presenta o analiza.  

E de Elisa y Espinosa 

Las escritoras Elisa Mújica y Matilde Espinosa fueron las grandes amigas de Maruja Vieira. De Elisa Mújica, con quien compartió “muchas tardes de lluvia allá en 1948”, escribió que “en sus últimos días andaba en sueños, por caminos que borró el tiempo, siempre con un libro a su alcance, aunque no estuviera leyéndolo”. Sobre Matilde Espinosa dijo que “publicó su primer libro cuando las mujeres colombianas empezaban a romper el cerco de silencio, que pesa sobre ellas desde siempre”. Maruja Vieira también cultivó una amistad duradera con Carmelina Soto, Dora Castellanos y Meira Delmar.  

F de feminista 

Al preguntarle cómo se define, Maruja Vieira responde que como poeta, periodista y feminista. Cuando su familia llegó a Bogotá se instaló en un ala de la casa de Georgina Fletcher Espinosa, quien en 1928 había liderado junto con Baldomero Sanín Cano un proyecto de ley sobre derechos civiles de la mujer colombiana, y esas ideas calaron en la niña recién llegada. “Las primeras feministas fueron las sufragistas. Yo tengo sangre inglesa por mi abuelo materno, John Henry White Blake, y me interesa mucho lo que tiene relación con la liberación de la mujer, la independencia y la capacidad de creación”. Esa identidad feminista no necesita el uso lingüístico de “ellos y ellas” o “nosotros y nosotras”, como lo escribió en un ensayo: “Si bien la intención incluyente de la mujer en la sociedad es loable, la duplicación reiterada como forma de validación puede ser, a veces, hasta perjudicial para el propósito”  

G de geranios 

“Era blanca mi casa, con ardientes geranios”, escribe Maruja Vieira en «Los muros y el recuerdo», uno de sus poemas más conocidos, que aún hoy, a sus 100 años, declama de memoria. Esos geranios también aparecen en «Poema con chachafruto»: “Un sabor de la infancia… un jardín y el color de un geranio”. La infancia que vivió en Manizales es uno de los temas recurrentes en su obra: le escribió poemas y columnas a su maestra Claudina Múnera, a Micifuz, el gato negro que era el único miembro de la familia que no leía; a la mano de su padre llevándola por la calle y al algarrobo, bucare, guayacán, flamboyán y araguaney, los árboles de los que “desconocemos no solo su valor sino sus nombres” y que “la herencia de los mayores” destruyó con el hacha. 

H de humo 

«Columna de humo» fue el espacio semanal que Gabriel Cano, director de El Espectador, le abrió a Maruja Vieira en 1955. “Yo quería tener una columna lírica, romántica, poética. Fui a proponérsela y usted aceptó, don Gabriel. Pero yo no sabía qué nombre darle. Entonces se quedó mirándome (…) Yo fumaba mucho en aquel tiempo y tenía, por supuesto, un cigarrillo encendido en la mano. ‘Creo –me dijo usted, maestro inolvidable– que una columna tuya tiene que ser de humo…’”. 

I de incendio 

“Mi primer recuerdo es el del incendio de Manizales en marzo de 1926. La primera conciencia de mí misma está en mis manos de cuatro años aferradas a los barrotes del balcón de la casa donde nací: en la esquina del Parque de Caldas, diagonal con la Parroquia (la Inmaculada), una iglesia hecha de madera como la Catedral, que estaba condenada a volverse cenizas. Era de noche”. 

J de José María Vivas Balcázar 

En Venezuela Maruja Vieira leyó a José María Vivas Balcázar, un poeta laureanista, cercano a los piedracielistas, que se encontraba en misión diplomática en Chile. Ella le escribió una carta que él respondió con el envío de un libro. Tiempo después se encontraron por casualidad en Cali y fue amor a primera vista. El noviazgo de tres años se selló con boda en 1959, pero ocho meses después, a sus 42 años, José María falleció de un infarto fulminante. Maruja quedó con siete meses de embarazo y desde entonces parte de sus poemas han sido una forma de mantener vivo ese amor para conjurar el silencio de la muerte. 

K de Kodak

En su poema «Biografía» Maruja Vieira escribe: “Tal vez encontraremos los retratos que tomaba la mamá fotógrafa con la máquina Kodak de cajón. Esas fotos donde la belleza adolescente del hermano era como una medalla romana”. Hay fotos que la muestran posando cuando era niña, en su primera comunión, caminando con su mamá, Mercedes White, acompañada de su hermano, con sus amigos del Automático, el día de su boda, abrazando a su hija Ana Mercedes, acompañada de León de Greiff, Eduardo Carranza, Ernesto Cardenal, Mercedes Sosa o Baldomero Sanín Cano. Fotos que evidencian que “a los 85 algunos estamos descaradamente vivos”.

L de Lorca

Lectora voraz desde niña, Maruja Vieira estudió con particular interés la poesía española. Quienes le han dejado una huella más honda son Antonio Machado y Federico García Lorca, que le inspiró poemas como «Retratos de Federico». Sobre Lorca también escribió columnas y ensayos, como un análisis sobre la presencia del caballo como símbolo en obras como «Romancero Gitano», «Bodas de Sangre» y «La Casa de Bernarda Alba». Lorca, fusilado por rojo, fue un espejo de su hermano Gilberto Vieira, tan perseguido y amenazado por ser la cabeza visible del comunismo en Colombia. 

M de máquina de escribir 

En 1928 Maruja Vieira entró al Liceo Femenino de Manizales y allí no lograron que cosiera, pintara o se interesara por alguna manualidad. Sólo quería leer. Ella misma se describe: “su letra es pésima, no sabe ni siquiera coger bien el lápiz (nunca pudo aprender)” y por eso pasó “de la pizarra a la máquina de escribir sin saber lo que es una letra manuscrita más o menos legible”. Desde muy joven se convirtió en una rápida mecanógrafa, y fue en máquina de escribir (y después de los 75 años en computador) en donde produjo toda su obra literaria.

N de Neruda 

En 1943 el poeta Pablo Neruda viajó a Bogotá con su esposa Delia del Carril. Neruda era un activo miembro del Partido Comunista en Chile y fue gracias a Gilberto Vieira que su joven hermana María pudo integrarse a la comitiva que atendería la visita del escritor. Ella ya había escrito poemas que firmaba con su nombre de pila, María Vieira White, y cuando tuvo la oportunidad de mostrárselos, Neruda le sugirió algo ajeno al verso libre, el lenguaje o la estructura. Le dijo: En Chile a las Marías les decimos ‘Maruca’. Ella respondió: “Acá les dicen ‘Maruja’”. “Te llamarás Maruja Vieira”, dijo él, y así se quedó. 

Ñ de “Ñ” 

A raíz de la publicación de «Ortografía de la lengua española» el documento en el que la Real Academia de la Lengua oficializó en 2010 la desaparición de las letras CH y LL. Maruja Vieira escribió un breve texto en el que advirtió: “Hemos estado a punto también de perder la Ñ, convirtiéndonos en descendientes de los “espanoles”, viviendo “otonos” dorados y preocupados por los derechos de los “ninos” y las “ninas” que para la distorsión final (por aquello de la exagerada reafirmación del género), han terminado como nin@s, en los documentos de las ONG. Pero, como diría en su defensa de la Ñ, la poeta argentina María Helena Walsh, recientemente fallecida, “¡Señoras, señores, compañeros, amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la EÑE! Ya nos han birlado los signos de apertura de admiración e interrogación. Ya nos redujeron hasta el apócope… Y como éramos pocos, la abuelita informática ha producido un monstruoso # en lugar de la eñe, con su gracioso peluquín. ¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños?”. 

O de Óscar Wilde 

Don Ramón Badía, creador de la fórmula del Ron Viejo de Caldas, quiso hacerle un regalo a la pequeña hija de su jefe y entonces invitó a Maruja Vieira para comprarle una muñeca. Para su sorpresa, la niña se antojó de dos tomos ilustrados de «Ben-Hur» de Lewis Wallace, que se convirtieron en el primer libro de su propiedad. El segundo fue «El Mundo de los Gnomos» de Selma Lagerlof, un regalo de Navidad que le dio su hermano Gilberto. Sin embargo, el favorito de la niñez, el que releyó hasta ser adulta fue «El fantasma de Canterville», de Óscar Wilde. Ese libro le inspiró el poema «El jardín de la muerte», que empieza: “La muerte es un jardín con rosas amarillas”  

P de palabras 

Su primo promovió la publicación de sus primeros proyectos. Produce poesía periodística y periodismo poético. Pasó por Popayán preocupada por penurias por plata. Jamás poetisa: siempre poeta. Prudente y paciente profesora de periodismo, persuade con palabras puntuales, párrafos perfectos, páginas proverbiales y prensa pertinente. Estudió desde parnasianos y Paul Verlaine, hasta Porfirio Barba-Jacob, Piedra y Cielo y Pablo Neruda. Piensa, percibe, pinta y presenta poemas precisos sobre promesas, paraísos y pérdidas. Perdurará.  

Q de Quijote

Maruja Vieira estudió no sólo el Quijote sino también la biografía de Miguel de Cervantes Saavedra y los libros escritos sobre el autor. A raíz de la publicación de «El Caballero de El Dorado», de Germán Arciniegas, escribió “Conocida es la leyenda de que Don Quijote  está enterrado en Popayán, donde todavía buscan su tumba”, pero reconoció como más verosímil la versión de Arciniegas, según la cual Cervantes se inspiró en Gonzalo Jiménez de Quesada para el personaje del Quijote y, en consecuencia “Don Quijote está enterrado en la Catedral Primada de Bogotá”. 

R de radio 

Como creció en una casa habitada por lectores de poesía, desde muy pequeña Maruja Vieira aprendió a declamar, y ese manejo de la voz le sirvió para entrar a la radio. En 1950 trabajó en la Radiodifusora Nacional de Venezuela y luego con la naciente Radio Televisión de Venezuela, en donde escribió libretos. En 1955 regresó a Colombia y creó el programa «Mundo Cultural», que se emitía por La Voz del Cauca, primero desde Popayán y luego desde Cali. Durante más de 20 años, todos los domingos a las 9:00 a. m. los oyentes la escucharon leyendo poesía y hablando de sus escritores favoritos y de la agenda cultural.

S de soltería

A comienzos de los 50, cuando ya tenía 30 años y vivía en Caracas, Maruja Vieira publicó en El Espectador «¿Cuándo te casas?», una divertida crónica en la que cuestionó esa pregunta tan recurrente, acompañada de otra fórmula social: “¿Cómo me vas a hacer creer que una chica como tú (aquí una enumeración de atributos físicos y mentales que callo por modestia) no tenga novio?”. El texto motivó al joven Gabriel García Márquez, a responderle en su columna «Día a Día» de El Espectador con cuatro párrafos de macho descubierto, publicados bajo el título «La importancia de llamarse Maruja».   

T de terremoto 

“La vieja casa maternal de Popayán se estremeció de pronto. Eran las 8:15 de la mañana del Jueves Santo de 1983. En la mesa humeaba el café y el pan era blanco como un pedacito de nube (…) La casa empezó a sacudirse y a quejarse, como un inmenso barco desarbolado por la tempestad. Volaban las tejas grises, se arqueaban las paredes y del techo caía una arena fina que velozmente iba convirtiéndose en piedras cada vez más grandes. Dieciocho segundos pueden ser la eternidad”.

U de Umbral 

Estarás aguardando 

en el umbral. 

Tú y nadie más 

entre la luz final 

y sonreirás 

como en el tiempo

del amor.  

V de Venezuela 

Entre 1950 y 1955 Maruja Vieira vivió dos largas temporadas en Caracas. Allá incursionó en la radio y la televisión, escribió poesía, publicó crónicas y reseñas en diarios como El Nacional y El Universal y se integró a la intelectualidad venezolana, en momentos en que ese país, en pleno boom petrolero, acogía migrantes de muy diversas nacionalidades. Ese amor por Venezuela y su gente vive en poemas como «Arpa», «Canción de Puerto Cabello», «Carta de Venezuela», y en reseñas y columnas sobre personajes como Armando Reverón, Teresa de la Parra, Miguel Otero Silva y Vicente Gerbasi, entre otros. 

W de www.marujavieira.com 

La página web www.marujavieira.com permite la consulta y descarga gratuita de 18 libros de Maruja Vieira, desde «Campanario de lluvia», publicado en 1947, hasta «Una ventana al atardecer», de 2018. El portal web también ofrece una pequeña muestra de los artículos de prensa publicados por Maruja Vieira, ensayos sobre su obra escritos por otros autores, audios, videos y una compilación de entrevistas y notas de prensa sobre su vida, obra y reconocimientos. 

X de Xochimilco 

Además de la infancia, el duelo y el amor, otro tópico recurrente en la poesía de Maruja Vieira es el asombro por los lugares que conoce en sus viajes reales o en los que imagina a través de los libros. Al Museo de Xochimilco le escribió el poema «Flor de seis pétalos», pero su obra también permite viajar a Venecia, Haití, Iguazú, la Rue Martel de París, Abisinia, Somalia, Roma, Viña del Mar, Santiago, Granada, la Selva Negra de Alemania, los jardines de Kensington en Londres y el Hospital Militar de Bogotá.

Y de yo 

“Yo sentiré tu música desprenderse del aire”, “Yo lo vi despedirse de mi padre”, “Yo te siento caer sobre el sueño de agosto”, “Yo escucho tu oración cuando sueñan los árboles”. Los versos libres de Maruja Vieira se escriben desde la rotunda primerísima persona del singular. Se trata de un yo que conoce bien, con sus alegrías y dolores, y por eso puede escribir con una claridad que es también honestidad. Su poesía está atravesada por su familia, su infancia, su amor, sus libros, sus amigos y sus lugares. Es un yo desnudo que le habla al oído al lector. 

Z de zarpar 

—¿Qué piensa hoy de la muerte? “Siempre está presente, pero sólo está en quienes no dejan nada. Esas personas están realmente muertas. Lo importante es dejar algo para que alguien lo recoja. La palabra permite resucitar a la persona querida, amada, admirada y si la palabra la mantiene vigente entonces no muere: mientras exista la poesía la gente zarpa a un viaje, pero no muere jamás”.

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