Y el Alcalde, y el Gobernador, y los congresistas, y los gremios… Todos manifiestan hoy su disgusto por la desidia del Gobierno Nacional y porque no se ha dignado separar dentro de su agenda un espacio para atender nuestros requerimientos.
¿Y cómo queremos que no nos desprecien si la subvaloración, los señalamientos constantes, la estigmatización perversa, el desprecio por nuestra tierra, por nuestras empresas y por nuestros proyectos nacen de nosotros mismos?
¿Por qué esperar que en los escenarios nacionales nos miren con buenos ojos, si nosotros mismos nos encargamos de satanizarnos, de despreciarnos y de vilipendiarnos?
Y lo malo de todo esto es que apenas estamos empezando a sufrir las consecuencias de los procederes irresponsables de un grupúsculo de personas e instituciones (encabezadas por la CCC), que se dedicaron los últimos años a demoler a sus enemigos personales llevándose con ello las instituciones que representaban y deteniendo, suspendiendo o acabando con los grandes proyectos que nos daban la esperanza de ver nuevamente a un Caldas pujante y abierto al mundo.
Mucho hemos advertido sobre los daños que causan esas campañas de caníbales que cunden en Manizales y Caldas. Y esas hienas sociales que se dedicaron hace más de un año a pagarles a los medios de comunicación nacionales para desprestigiarnos, tratando de apoderarse del exiguo presupuesto que aún sobraba, torpedearon tanto esta región que no solo acabaron con las empresas y los proyectos en ejecución, sino que arrasaron con el poco liderazgo que quedaba y con la voluntad de las personas que aún tenían la disposición de trabajar por lo nuestro.
¿Y ahora, qué reclamamos? Si el propio exministro Cardona miró -en su cuarto de hora- con recelo a su departamento y se abstuvo de hacerle algún aporte concreto por el temor casi manifiesto de que se "robaran" los recursos, ¿qué podemos esperar de los demás actores del Gobierno Nacional?
La estela de destrucción moral que dejó esa campaña emprendida por los personajes caldenses que se pregonan inmaculados mientras se enriquecen con el pecado de los bienes públicos, nos tiene en un estado de postración difícil de superar. Y la guerra entre buenos y malos que ellos mismos atizan para pescar en río revuelto, amparándose en instituciones supuestamente cívicas que no pasan de ser directorios politiqueros más perversos que los tradicionales, nos ha dejado unas secuelas inmensas, difíciles de sanar.
Y, se dirán algunos, ¿de dónde este negativismo? Pues de ver que estos sepulcros blanqueados que sientan cátedra sobre moralidad, ética y buenos comportamientos son, en la práctica, quienes terminan enriqueciéndose con el sacrificio de las empresas departamentales y municipales y, aún así, se sienten con la autoridad para señalar y acusar a sus semejantes.
Pero, además, de ver que nos vamos apocando por sustracción de materia, pues la juventud, que debería entrar a hacer el relevo generacional, se está quedando sin opciones; y a quienes han aguantado con estoicismo esta guerra subterránea cada día se les cierra una nueva puerta. Porque todo parece indicar que el peor lastre que pueda exhibir el aspirante a algún cargo representativo es haber vivido en Manizales y Caldas y haber pertenecido a su fuerza laboral. De ahí que para los últimos nombramientos en empresas tan significativas como Confamiliares e ILC, la mayor carta de presentación de los candidatos haya sido el haber estado alejados de la región. Es decir, los caldenses solo servimos a la hora de votar, pero no a la hora de trabajar; quien permanezca en esta región luchando y aportando, solo será acreedor de un estigma, un señalamiento o un repudio. ¡Eso es lo que le estamos indicando a la juventud!
De manera pues que, por mucho que nos revolquemos ante el injusto tratamiento que nos da el Gobierno Nacional, tenemos que reconocer que es provocado porque nosotros mismos nos hemos dado un tratamiento de tercera. Y porque nosotros mismos nos hemos empeñado más en seguir reverenciando a unos pocos personajes que posan de cívicos y de pujantes, cuando los hechos han demostrado su verdadera mediocridad social y su verdadero lucro personal.
Tal vez sea hora de cambiar de actitud y de organizarnos en movimientos realmente cívicos que sirvan de hilos conductores para la recuperación del espacio que nos usurpó el maquiavelismo de unos pocos. Tal vez sea hora de reaccionar y de emprender una verdadera lucha por lo nuestro; tal vez sea ésta la hora de empezar a recuperar nuestra tierra y de sacar la casta que aún nos queda para obligar a que el Gobierno Nacional, ante un cambio de actitud regional, se vea obligado a posar su mirada y sus recursos para suplir nuestras necesidades. Porque si seguimos masacrándonos entre nosotros, no podremos esperar a que se nos mire con respeto y admiración. Es decir, seguiremos siendo víctimas de nuestro propio desprecio. (Twitter:@titepava)
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