El presidente Santos decidió compartir con los voyeristas de esta Locolombia inmortal su ropa íntima. Al posar en semejante facha para la posteridad, quedamos notificados de que usa calzoncillos de preso, matapasiones, de esos que parecen bajados con horqueta de algún almacén del género “compre uno y lleve diez”.
No creo que la compra de los calzoncillos la haya hecho doña Tutina, la Primera Dama, quien jamás repite traje. De lejos se ve que esa ropa, la compró –¡o la prestó!- alguno de los “gorilas” que monitorean al mandatario día y nochemente.
La idea de aparecer ligero de equipaje para subir puntos en las encuestas de opinión parece sacada de cualquier manual para jugar póquer, pisingaña o catape. O de asesores en la sombra como Miguel Silva o de Jota Jota, el hermano veneco que siempre anda de negro para no pasar de agache por la vida.
Santos había sorprendido antes con su insólita propuesta de alargar el chico presidencial dos años. Reculó en menos que se persigna un cura pedófilo antes de arrancar para el siguiente muchacho.
La presidencial idea duró lo que duró JMS metido entre sus proletarios pantaloncillos: nada. Digamos que la propuesta de prórroga se cayó por su propio peso. Menos mal no sucedió lo mismo con el calzoncillaje presidencial.
Sospecho que JMS decidió no quedarse atrás de su colega el presidente Obama, de Estados Unidos, quien por estos días hizo el oso anual ante los corresponsales de la prensa extranjera acreditados en la Casa Blanca.
Obama decidió reírse de todo el mundo, y como el mundo para un presidente made in Usa empieza por él, inspiró un montaje en el que aparece con el peinado de su gigantesca mujer. Si hubiera querido ser más original, Santos ha debido posar en calzoncillos… con el corte de pelo de doña Tutina.
Como cada uno es cada uno y tiene sus cadaunadas, en vez de fiesta con reporteros y la farándula en Palacio, JMS prefirió roncar en una de las 100 mil viviendas gratuitas que espera entregar para apalancar la candidatura presidencial de su delfín número uno, el ministro Vargas Lleras.
El delfín número dos es mintrabajo, Rafael Pardo. Los dos, Vargas y Pardo, dirán que no serán candidatos si su jefe decide aspirar a un segundo mandato.
Como la historia dizque se repite porque carece de imaginación, lo mismo dijo JMS cuando fue ungido delfín por Uribe a quien le puso conejo una vez se instaló como inquilino palaciego.
Cada presidente es libre de escoger la foto con la que pasará a la historia: “Vemos” a Carlos Lleras, reloj en mano, notificándole a la gente que se debe ir a dormir temprano. Para el retrato, López Michelsen escogió a Lara, su mascota dálmata.
En su foto para la posteridad, el presidente Turbay baila El Polvorete en Cúcuta. César Gaviria es su sombra a través de las ventanas de Palacio cuando Pablo Escobar se voló de su jaula de oro, la Catedral, ahora regentado por ecológicos frailes benedictinos. Samper es Samper y el elefante en el jardín de la Casa de Nariño. Pastrana es él y la silla vacía, huérfana de los glúteos de Tirofijo.
Uribe es uno solo montando a caballo con una tasa de café en la mano. Santos optó por los calzoncillos para ingresar a la leyenda. Corresponderá a las féminas colombianas concluir si el presidente en paños menores clasifica para alguna fantasía sexual.
La presidencial idea duró lo que duró JMS metido entre sus proletarios pantaloncillos: nada. Digamos que la propuesta de prórroga se cayó por su propio peso. Menos mal no sucedió lo mismo con el calzoncillaje presidencial.
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