La delicada situación actual de la caficultura y del gremio cafetero no tiene precedentes en la historia cafetera de Colombia. Los caficultores se debaten entre la supervivencia y la inviabilidad de su negocio, más por factores externos adversos y fuera de su control que por falta de eficiencia, pues los sistemas de producción de café en Colombia son los más avanzados entre todos los países cafeteros. El gremio, mientras tanto, en vez de estar volcado en la búsqueda de soluciones reales a la difícil situación del sector, se enfrenta a divisiones regionales gestadas desde la oficina central en aras de mantener un poder erosionado por su falta de liderazgo e interlocución.
El negocio de cultivar café depende hoy de los subsidios del Estado para ser rentable. Esto no es necesariamente malo, pues el Estado tiene la obligación de proteger sectores socialmente estratégicos, sobre todo cuando los ingresos de su actividad económica dependen de las distorsiones cambiarias generadas por un ingreso incontrolable de dólares, tanto lícitos como ilícitos. Pero es claro que los colombianos, a largo plazo, no van a aceptar que con sus impuestos se subsidien sectores, así sean vitales para la seguridad nacional.
Habrá que buscar mecanismos para poner precios de sustentación o tasas de cambio específicas para el sector cafetero por ser un exportador neto de mano de obra.
Ser más competitivos en materia de producción sería otra opción para hacer más rentable la actividad, pero difícilmente se puede lograr cuando países competidores cercanos y con cafés de similar calidad tienen costos de mano de obra e insumos sustancialmente menores a los nuestros, sus procesos de revaluación son menos acentuados, y por lo tanto son más competitivos en materia de producción de café. Por más productivo que sea un caficultor colombiano, a la tasa de cambio actual y a la que se proyecta para los próximos años, no le será rentable la actividad y tendrá que depender de los subsidios estatales si es que el país quiere preservar ese capital social estratégico que es el café.
Mientras los productores tratan a su propia suerte de mejorar sus deterioradas finanzas, la institucionalidad que debía estar concentrada en la tarea de buscar soluciones a la crisis, está distraída viviendo una etapa de desprestigio y falta de representatividad. Los productores no sienten que sus intereses estén siendo atendidos por muchos de sus representantes en el comité directivo, pues este fracasó en su papel negociador con el gobierno y le dio lugar a los promotores del paro cafetero para que coparan ese espacio de negociación. El gerente general, como vocero de los productores y líder de las concertaciones, se concentró más en cuidar sus relaciones con el gobierno actuando a espaldas de la realidad cafetera nacional. Hoy pretende "repotenciar la institucionalidad" con discursos melancólicos de la magia del perdón y el olvido por haber obrado de manera equivocada. Busca gobernabilidad y respaldo involucrándose en asuntos gremiales en aras de organizar mayorías a su conveniencia en los comités departamentales. Los principios institucionales son inviolables y los funcionarios son gestores de la actividad gremial, pero no deben participar en la política gremial coaccionando a miembros de comités para que cambien sus pensamientos y opiniones.
La cadena de interlocución de los asuntos gremiales se rompe en manos de quienes son designados por los delegados al congreso cafetero mas no por quienes son elegidos a través de la democracia cafetera. La representatividad de los miembros de comités municipales y departamentales está intacta y vigente, pues siguen de cerca las necesidades de los productores, pero su ánimo de interlocución se trunca cuando sus peticiones no son interpretadas por el comité directivo o por la administración central. La democracia departamental expresada por las mayorías en un comité no refleja la realidad regional de muchos caficultores y comités municipales que están en contra de la actual administración. Un cambio en la dirección de la Federación sería conveniente para concentrar todos los esfuerzos gremiales y gubernamentales en mantener vivo el aparato productivo cafetero mientras vienen tiempos mejores, pues en el mercado internacional se vislumbran condiciones favorables para los precios futuros de los arábigos.
El consumo mundial de café ha crecido sostenidamente un 2,5% anual desde el año 2002 y para este año se espera que llegue a 140,7 millones de sacos. La roya del café ha afectado el 55% del área cafetera de Centroamérica, que por carecer de variedades resistentes debe disminuir su producción en 2,3 millones de sacos, café que podrá ser sustituido solamente por café colombiano en el segundo semestre del año, presionando el precio interno al alza vía incremento de los diferenciales. Se espera que la producción mundial para este año alcance los 139,2 millones de sacos que generarían un balance mundial deficitario que sumado a la alta probabilidad de heladas en el Brasil les podría dar soporte a los precios futuros, más aún viendo que los inventarios en países importadores se encuentran en el nivel más bajo de los últimos años.
Ojalá las medidas adoptadas por el gobierno con el propósito de combatir la perversa revaluación sean efectivas y ayuden a los productores de café a salir de la profunda crisis en que se encuentran inmersos, no sin antes promover un revolcón en la planta administrativa central de la Federación.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015