¿Será posible lograr un acuerdo digno, judicialmente aceptable, con la guerrilla y lograr una paz real en Colombia?
Cuando el presidente Santos casi sorpresivamente, "chiviado" previamente por su cercano pariente, en ese entonces periodista, informó al pueblo colombiano que desde hacía algo así como once meses, enviados suyos habían estado acordando con representantes de la guerrilla las bases para generar conversaciones serias y confinadas a cinco puntos concretos, la inmensa mayoría celebró con esperanza la fría noticia.
A renglón seguido varios diletantes con tendencia proguerrillera, con el Fiscal General a la cabeza, iniciaron una serie de elucubraciones para encontrar modificaciones legales que permitieran a los jefes guerrilleros no pagar ni un día de cárcel.
Esto dio lugar a que el ánimo ciudadano se fuera enervando, porque nadie podía entender que estos facinerosos, asesinos pletóricos de sevicia, secuestradores de centenares de colombianos encadenados de por vida, violadores y depredadores de la naturaleza y autores de mil delitos más, quedaran libres para poder vivir a sus anchas, supermillonarios por el exclusivo negocio de la coca, ya exonerados de cargos, en cualquier país del mundo.
Vino luego Oslo. Nadie entiende una reunión de pocas horas en un sitio tan remoto y ajeno al problema colombiano. Solo sirvió para darle audiencia internacional a los desbordes de Iván Márquez segundo en la jerarquía guerrillera, y vocero en ese momento de sus desmanes.
Agrio discurso, insolente, desafiante, grosero, comunista primitivo, que dejó a la vista, de un solo tajo, la infinita brecha entre la posición guerrillera y la que pudiera admitir un gobierno civilizado como el de Juan Manuel Santos.
Este señor habló en nombre de la guerrilla con tan descarado y repugnante palabrerío, que normalmente por mucho menos, cualquier contraparte se debería retirar de la mesa.
Pero muchos fanáticos haciendo alarde de gobiernistas dijeron que lo de Iván Márquez era solo para medirle el aceite al gobierno y que las negociaciones deben continuar. En excelente intervención Humberto de la Calle, director general representante del gobierno para estos encuentros, le dio seriedad al ambiente y centró con energía el temario a seguir.
Como la presentación de la guerrilla por este inculto y primario personaje causó gran repugnancia, el Presidente salió al público para calmarlo diciendo que él como Presidente de la República tenía su propio lindero de conversaciones y negociaciones inexpugnable. Que si los guerrilleros no lo respetaban, el intento de acuerdo se terminaría y el país no perdía nada.
El presidente Santos pudo haber sacado la llave de la paz de su bolsillo un poco antes de tiempo. No se puede contar con estos voceros que desdeñan su tropa guerrillera, viviendo espléndidamente en, para ellos, generosos lugares vecinos, mientras su milicia ignorante vive en una selva inhóspita, bajo el fuego por aire y tierra de los soldados de la patria que los diezman cada día.
La cúpula de la insurgencia ya ha alcanzado fortunas inmensas que tienen a buen recaudo en sitios allende las fronteras colombianas, donde viven seguros como pachás, y suficientemente cercanos para hacerse sentir cuando las circunstancias lo ameriten.
En caso de que estas iniciativas de paz fracasen, solo va quedando la vía militar sin contemplaciones ni respiros. El Presidente de la República ha dicho repetidamente que las tropas guerrilleras están debilitadas, extraídas de sus guaridas por la presión militar, desmoralizadas viendo caer cada día sus jefes inmediatos, y los superiores cuando asoman las narices. Entonces poco falta para conseguir una rendición. Si esto fuera así, las condiciones las pondría el gobierno.
Para eso el país, según informes, tiene bajo las armas cerca de cuatrocientos mil militantes, el segundo ejército más numeroso de América Latina para una guerrilla de algo así como ocho mil integrantes, también según informes.
Sin embargo el proceso conciliador sigue su marcha hacia La Habana, esperando que bajo su tutela marxista los acaudalados panzudos, voceros de una tropa en declive, ignorante y forzada, se inspiren y una luz como la de San Pablo penetre en sus mentes y los acerquen a la razón. En el mundo estamos y en su dimensión todo es posible.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015