Audaz la forma en la que el presidente Juan Manuel Santos anunció la búsqueda de la reelección de sus políticas. Audaz. Sobre todo porque aseguró que su principal rival interno, Germán Vargas Lleras, no se convierta en un eslabón independiente de la cadena que podría lastimar al gobierno, sino que sigue siendo su fiel escudero.

Vargas Lleras aún puede ser el candidato del santismo a la Presidencia. Sin duda. Con él manejando la reelección de las políticas del gobierno, se deja abierta la puerta para que el candidato de ese grupo sea el mismo mandatario o también el exministro de Vivienda. De ahí la efectividad de la jugada.

Además, porque con este gabinete que el presidente Santos montó por fuera del gobierno para que maneje la fundación, los otros presidenciables, sin importar si son de derecha o de izquierda, parecen carecer de la fortaleza política necesaria para ganarle al equipo que manejará Buen Gobierno. Brillante.

Ni siquiera el uribismo cuenta hoy con un candidato creíble o con el músculo necesario para competir contra un Santos II o un Vargas Lleras I. Menos ahora que el procurador Ordóñez les declinó la propuesta y además porque siguen perdiendo credibilidad con la respuesta agresiva, injustificada y desmedida, que dieron ante esta estrategia del santismo, y en especial a la presencia del general Óscar Naranjo en este equipo.

Pero hay que ser claros. Naranjo no saltó a la arena política con esta jugada. Siempre ha estado. Su altísima popularidad y aceptación ciudadana generada por los resultados que entregó al mando de la Policía, lo ubican como un referente electoral y político que moviliza cualquier balanza.

Y así lo hizo.

El apoyo de Naranjo a la reelección de las políticas del santismo develó una gran debilidad en el núcleo del grupo del expresidente Álvaro Uribe. Sobre todo porque su movimiento, el Centro Democrático, resalta constantemente los resultados en seguridad y defensa, en comparación a la falta de logros en ese aspecto por parte de este gobierno.

Ahora bien, nadie más representa tan bien en carne y hueso esos éxitos que el general Naranjo. Por eso su apoyo deja sin piso los ataques del uribismo y con toda la razón.

Sin embargo, no se hicieron esperar los rifles verbales y los ataques de José Obdulio Gaviria en contra del exdirector de la Policía, que no tienen ninguna base y solo le hacen daño a Gaviria, en particular, y a su movimiento, en general.

La estrategia repetitiva del uribismo de atacar a todos los que no están de acuerdo con ellos o los que no los apoyan, se ha desgastado tanto que ya pocos apoyan o creen en sus ataques. Es normal. Al acusar de corruptos o delincuentes a todos los que no los apoyan, es difícil creer que alguno lo sea.

Pero la torpeza de la oposición uribista no sorprende en esta oportunidad y era de esperar. Aunque deberían estar concentrados en las políticas y no en las personas, para hacer oposición, su forma personalista de hacer campaña, hizo que se olvidaran que para hacer crítica, se debe hacer constructivamente sobre las políticas para el beneficio del país, y no de manera destructiva en contra de las personas que están detrás de esas banderas.

De ahí la audacia de la movida del presidente Santos, ya que al lanzar la reelección de sus políticas, abrió un abanico de opciones políticas para que sea él u otro, los que representen esta sucesión. Interesante.

Sin embargo, si el jefe de Estado quiere que sus políticas perduren, no puede perder el foco de ellas. Y en varios temas estratégicos, como sus locomotoras de desarrollo, se ha difuminado todo el vapor y la energía para conseguir la meta inicial. Los ejemplos sobran.

Si el presidente Santos quiere que se reelijan sus políticas, debe dejar unas bien logradas durante este gobierno. Y para eso tiene que gobernar en vez de hacer campaña en lo que le queda de administración. Y, mientras tanto, el uribismo tiene que aprender a hacer oposición para cuando llegue la hora de las elecciones no se trate de simplemente una campaña de ataques personales.