Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Campeón con Nacional, su entrenador Juan Carlos Osorio no alzó la voz, ni mostró su dedo acusador, ni levantó su brazo amenazante para cobrar cuentas pendientes. Simplemente, como la mejor terapia es el triunfo, se arrodilló, elevó sus brazos al cielo y agradeció a Dios.
Al Dios de todos, que acogió hace unos años, en principio con recelo, cuando llegó al Once Caldas, con el que también fue campeón ¡Qué poderes mágicos tiene el fútbol¡ De esa manera respondió a la carnicería desatada desde los micrófonos por periodistas con roedora tendencia y por viudos de poder, entrenadores sin cargo, enquistados en los medios de comunicación. ¿Envidia? ¿Celos? ¿Ignorancia? ¿Irrespeto al pensamiento y al trabajo ajeno?
En Colombia, donde una lengua sentencia, a Osorio lo acosaron sin piedad y entre fogonazos críticos prepararon el horno donde lo querían incinerar. Con Pékerman ocurre lo mismo, los periodistas, apasionados, incoherentes y ambiguos, lo linchan en público, mientras los entrenadores en desuso lo hacen en privado con arrebatada pasión.
Osorio fue víctima de ataques continuos, no exentos de insultos, los que aguantó con estoicismo, sin chistar.
Juan Carlos es una persona integral. Un hombre familiar, obsesivo con su trabajo, estudioso, investigador. Su fútbol no puede ser aprobado por todos, pero sí respetado. Al fin y al cabo es ganador. En Colombia, tierra de periodistas camorreros, donde se acorrala con alaridos a los personajes por tantos valorados; donde apuntan y disparan sin la menor consideración, manipulando verdades o torciendo opiniones, a veces la peor señal es portarse bien.
Osorio no permitió manoseos, ni es mendigo de reconocimientos, es simplemente la víctima de turno, el incómodo personaje, para aquellos influenciados por el diablo, con su poder destructor.
Para ellos, estos serán días de su profunda depresión. Sé que en dos o tres semanas recargarán baterías para volver a perseguir.
P.D.: Juan Carlos Osorio, a propósito, no calló la boca de todos, como dicen por ahí. Son tantos los que respetan y valoran la calidad de su trabajo y su espíritu innovador.
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