Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá

No fue un simple partido, como afirman los puristas del fútbol… Juego del montón. No. Fútbol en estado puro. Sin trampas, sin bajezas. Fue la noche soñada de los niños con su ídolo Lionel Messi y sus cálidos amigos. Los viejos riendo, gozando, gritando, como niños. El resultado seis-seis, el que pone los pelos de punta a los tacticistas, a los pregoneros del resultado como único objetivo del juego; aquellos que despojaron este bello arte de su mejor expresión, deformando los postulados básicos de la competencia. Noche llena de alardes técnicos. Casi el mismo saldo del estreno oficial del Once caldas,  hace cincuenta años, o más, contra el Pereira, en nuestro estadio (7-6) cuando entendimos todos que el fútbol tiene el gol como su máxima expresión. Cuando el Once, recién nacido, tenía vida plena.
Messi, un maestro, un danzante, dando cátedra con goles imposibles, disparos en los palos y pases milimétricos, entre saludos espontáneos a la tribuna rendida a sus pies. Jugó, tocó,  contagió, montó una fiesta  con artistas únicos, como Celedón y Daddy Yankee, y perfumados compañeros de reparto, como Falcao, James Rodríguez, Lavezzi, Cannavaro y hasta Yepes, Viáfara y Mondragón. Afuera Capello y  Dunga, esparciendo sentencias futboleras, dejando, entre periodistas, las gratas sensaciones del saber. Que noche inolvidable. Que noche. Que grato volver a ser niño.
Fútbol sin la mala sangre de las amenazas, de los coquetos corruptos con los árbitros, de las denuncias sin fundamento, sin equipos pegados a los palos, dominados por los miedos, a la espera del error contrario paran poder contragolpear y así poder reinar.
Fútbol sin el acoso de la DIAN, que tiene al Once Caldas al borde del abismo, cercado, en angustias para poder subsistir.
P.D.: La venta del Once Caldas es hoy la mejor manera de sobrevivir. Si, como lo afirman LA PATRIA y algunos colegas serios de la ciudad, el negocio, en  ciernes, tiene buena ruta, con regocijo celebramos  su posible finiquito por la salud del club.