Apenas despunta el 2013 y considero razonable hacer un balance de la administración del alcalde Jorge Eduardo Rojas, un año y 20 días después de su posesión en la que sorprendió tanto por su discurso cuando manifestó que no reconocería jefes políticos distintos a los ciudadanos, como por su compromiso central que era devolver la confianza en lo público y hacer partícipe a la gente en las decisiones.
No la tenía fácil, y no la tendrá nunca ningún alcalde, pues en un sistema inequitativo, burocrático, lento y carente de recursos como el nuestro, donde las necesidades de los más pobres y de la comunidad en general superan por lo menos 10 veces el presupuesto propio de cada año, resulta imposible atender de manera efectiva todos los frentes establecidos en los diferentes programas y líneas de acción.
Pero eso no era lo único de lo que tenía que encargarse el alcalde Rojas, elegido con una baja votación que casi llega a los 40 mil votos (39 mil 849 para ser más exactos), pues al frente estaba una ciudad casi en su totalidad descreída, golpeada por la más grande tragedia en su historia, vulnerable ante el desbordado comportamiento de la naturaleza y cansada de promesas incumplidas o realizadas a medias.
Con tan sombrío panorama, una muy baja popularidad granjeada por yerros e incumplimientos de su antecesor, y el descrédito de una coalición política dedicada a las mismas prácticas de la de antaño (la barcoyespista), al nuevo mandatario lo único que le daba credibilidad era marcar un nuevo rumbo, encauzar el ejercicio de lo público por el camino de la efectividad y tirarse a la calle, en una acción si se quiere populista, donde la gente de todos los estratos lo viera y lo escuchara, por lo menos, después del distanciamiento que en ese sentido marcó Juan Manuel Llano, quien se empecinó en vender la ciudad en el exterior para atraer inversionistas, lo que algunos llamaron internacionalizarla.
Al igual que jugar fútbol, gobernar es de estilos, y cada quien con el poder que le otorga mayoritariamente la democracia tiene la potestad de hacerlo, sea a la ofensiva, a la defensiva, con tendencia a la izquierda, a la derecha o por el centro, y quizás con un regular o mal arquero, pero con delanteros efectivos, más cabeceadores que potentes en disparo, o con un equipo muy plano, llámese sin grandes figuras, pero entregado, con disciplina y luchador.
En la administración de Jorge Eduardo Rojas parece haber de todo. Aunque no hay nadie del rendimiento de un Messi, casi todos trabajan, quizás unos más que otros por efecto de su función y de las necesidades de la ciudad, y eso no se le puede negar. Pero tampoco resulta innegable que lo que heredó por cuenta de Llano y que podríamos clasificar entre embelecos, errores, absurdos y programas de largo aliento, resultó ser una papa muy caliente, a la que había que saber echarle mano para no quemarse, como tampoco botarla así no más, sin ninguna razón.
Pues bien, Gobierno en la calle, que es el programa bandera de esta administración, el eslogan del gobierno y el nombre que se le dio al plan de desarrollo, comenzó con mucho ímpetu, por lo que despertó grandes expectativas. Sin embargo, en medio de tantas necesidades del pueblo; del dolor y la rabia por la tragedia y las emergencias que generaron la falta de agua y de gas, y de la mala prensa nacional que alcanzó Rojas como candidato, imagen que cuesta borrar, más cuando se empieza a gobernar, el programa se ha ido desvaneciendo pues son más las necesidades que los resultados que se pueden lograr en el corto tiempo.
No obstante, a pesar de algunos cambios sucesivos en el gabinete sin poder dar con los indicados en unos cargos, de no haber avanzado en este primer año con el Sistema Estratégico de Transporte Público (SEPT) por cuenta del enredo con el Transporte Integrado de Manizales (TIM) y del congelamiento en el que cayó la Renovación urbana de San José, proyecto antecedido de malas y arbitrarias actuaciones con costoso resultados jurídicos y financieros, el primer año, a mi juicio, Rojas lo ganó.
La nota no es muy alta, quizás no la que le dio LA PATRIA al ponderar las calificaciones de varios periodistas y líderes de opinión, pues este primer año, que podría llamarse el primer examen de la carrera de cuatro años, está precedido de las mayores dificultades, pues tener que echar mano de una ciudad sin esperanza, dolida, avergonzada, sin credibilidad interna y externa, con un Concejo nuevo y con un presupuesto impuesto por el anterior, es demasiado complejo.
Al alcalde Rojas, que se ha equivocado en el manejo de asuntos impositivos, más por la estrategia que por el cobro en sí que debe y está obligado a hacerlo, pues se trata de usuarios que le deben millonadas al municipio necesitado de recursos, le viene un año trascendental para mostrar resultados. Guardé prudente espera y a pesar de algunas acciones que no me gustan, creo que hay esperanza de cambio. Si no las cumple, es decir si no hay realizaciones, será difícil aguantar.
Debo celebrar sí que Manizales ha ganado en imagen externa; que aunque hay amenazas latentes, el fantasma de los cortes de agua por daños en las plantas de tratamiento está lejos; que hay una buena relación con el gobierno nacional, lo que se traduce en millonarios recursos de ayuda; que el deporte ganó en el primer año, el equipo de baloncesto profesional, el equipo de ciclismo, el equipo de fútbol sala, dan muestra de un apoyo fundamental, y por lo menos hay presión para que las cosas se hagan, así algunas veces se exceda en la exigencia.
Ya con muchas cosas por hacer y por cumplir, consignadas en el Plan de Desarrollo, en el que la educación tiene un papel preponderante, podremos estar atentos para presionar de buena manera el cumplimiento de resultados.
Al margen
Así como la ciudad necesita y merece recuperar la Carrera 23, el estadio debe tener una pista atlética acorde a las necesidades y a su imponente infraestructura.
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